
¡Ave! Soy Asterio, abad en un monasterio próximo a la ciudad. Llegué a Lucus Augusti desde las tierras orientales, por vía marítima, siguiendo la ruta del océano, para ejercer mi labor pastoral y educativa en esta ciudad, hoy bajo el dominio visigodo. Pese a su imponente muralla, la ciudad apenas conserva ya nada de la esplendorasa urbe romana que fue en otros tiempos, transformada hoy en día en una ciudad prácticamente anodina.

En mi formación cuento con estudios de historia, ya que fui educado en la cultura clásica, aunque dentro de un entorno cristiano. Por ello, emulando al egregio obispo Hydacio y su magna obra el Cronicón, me he decidido a preparar esta pequeña crónica que cuenta la historia de esta ciudad desde su fundación hasta nuestros días, con el afán de que su glorioso pasado no caiga en el olvido.
¡Ave! Soy Lucio Hermeros, arquitecto responsable de algunas de las construcciones más destacadas de Lucus Augusti. Como mi nombre os revelará, procedo de una familia de origen griego. ¡Mi tiempo no pudo ser el más adecuado!. Llegué a esta ciudad por mandato del divino Augusto, acompañando al legatus augusti, con el fin de levantar esta nueva ciudad. El emperador me otorgó esta confianza después de años de trabajo con los mejores arquitectos del imperio, con lo cuales puede ampliar mi formación.

Ahora me hallo aquí, deseoso de sacar adelante este nuevo proyecto de urbe, para lo cual he contado con la inestimable colaboración de todo un destacamento de operarios de diversas especialidades. Hemos trabajado muy duro para levantar el foro, el trazado de calles e ínsulae, la traída de aguas y todo cuánto aquello fue necesario para convertir a Lucus en la espléndida urbe que es hoy.
¡Ave! Soy Cornelia Rufina, hija de Caelius Rufinus, uno de los alfareros más prestigiosos de Lucus Augusti. A pesar de la oposición de mi padre, que pretendió darme una educación más acorde a mi condición de mujer, quise aprender el oficio de alfarera para continuar el legado de mi familia. Así pues me procuré un sitio junto a los maestros artesanos del taller de mi padre, aprendiendo todos los secretos de este noble oficio.

Y cuando llega el día del mercado, acudo al foro, donde junto a otros pequeños artesanos, intento vender mis productos. He de decir que después de años de trabajo, nuestros productos son muy apreciados y tienen una gran demanda, incluso más allá de nuestra ciudad. Tan solo espero alcanzar el prestigio de mi padre, y dejar así mi huella en este tiempo dominado por hombres.
¡Ave! Soy Carisia Licinia, natural de Coeliobriga, en la tierra de los Coelernos, viuda de Marco Valerio, cuyo trabajo en la oficina fiscal de Lucus Augusti, hizo que, después de nuestros esponsales, nos trasladasemos a esta ciudad. Su repentino fallecimiento me dejó afligida, sin otro consuelo que el cariño de mis hijos. Como su queridisima esposa me aseguré de consagrar su alma a los Diose Manes, para que hallase paz en la otra vida.

Su cuerpo yace enterrado en una modesta tumba de la necrópolis que se halla al borde de la vía a Asturica Augusta. Así mismo cumplí con el voto que mi esposo no pudo realizar en vida, levantando un pequeño altar a Jupiter Optimo; aunque he de decir que yo no reniego de mis dioses ancestrales y soy fiel devota de Verora.
¡Ave! Soy Marco Annio Carisio, legionario de la legión VII Gémina, Pia, Feliz. Mi carrera militar comenzó cuando aún era un muchacho imberbe, y después de duros años de esfuerzos y batallas en tierras ignotas, fui trasladado al campamento de Legio, estacionado en una de las provincias más pacíficas del imperio. Después de unos años, aburrido de la rutina diaria del campamento, llegué a esta ciudad junto con mi destacamento, para reforzar la guarnición y vigilancia de la fortificación recientemente inaugurada.

Allí conocí a un veterano de nuestra legión, que había participado en los trabajos de la muralla, y me relató los grandes esfuerzos empleados en su construcción. Las largas y gélidas noches de vigilia me permiten revivir todos esos recuerdos. Su fortaleza es tal que no hay ariete que pueda con sus muros y auguro que será una obra que pervivirá por los tiempos.
Año 28 a.C., Roma estaba en el apogeo de su expansión pero en Hispania los territorios del noroeste resisten desde hace más de un siglo. Esta zona estaba habitada por tribus de cántabros, astures y galaicos que vivían en castros. El territorio se dividía en pequeñas unidades políticas según el área de influencia de cada tribu. El emperador Octavio Augusto viajó a Hispania para preparar las llamadas Guerras cántabro-astures. En su avance iba fundando diferentes campamentos militares y uno de ellos fue Lucus.
Para decidir su ubicación, se buscó un lugar estratégico, más o menos llano, en las proximidades de un gran río. Encontraron el lugar ideal entre los ríos Miño y Rato en un espolón con laderas en pendiente, lo que facilitaría su defensa. El paisaje era despejado y de fácil drenaje, contaba con abundante materia prima para la construcción, y había en sus inmediaciones riquísimas surgencias termales, tan apreciadas por la población romana.
Una vez finalizada la conquista, el campamento militar pierde su utilidad y en su emplazamiento, el legatus augusti, Paulo Fabio Máximo, funda la ciudad de Lucus Augusti, en el año 740 ab urbe condita (13 a.C.), que se convertirá en una de las principales capitales del proyecto de romanización de estas tierras del finisterrae hispano.
A finales del siglo I, con la llegada al poder de la dinastía Flavia, Lucus Augusti se renueva, crece y conoce un importante cambio en la estructura viaria. A finales del siglo III, el Imperio Romano experimenta un período de inestabilidad debido en gran parte a la presión de los pueblos bárbaros que amenazan las fronteras. En Hispania, la reforma del emperador Diocleciano, en el año 305, supone la creación de nuevas provincias, entre ellas Gallaecia, en la que Lucus Augusti tendrá un importante papel económico y político. La urbe sufrirá importantes cambios estructurales. El más importante será la construcción de una gran muralla defensiva.
Los siglos V y VI suponen el ocaso de nuestra ciudad. Los vándalos ocupan Gallaecia en el 411 e Hidacio de Chaves cuenta cómo el día de Pascua del año 460 los suevos destruyen la ciudad.
Tras los respectivos ritos fundacionales llevados a cabo por el legatus augusti Paulo Fabio Máximo para la inauguración de Lucus Augusti, se realizó la delimitación del recinto que ocuparía el foro en la ciudad y, en contra de la costumbre romana de ser dichos recintos el epicentro de la urbe -justo donde el cardo y el decumanos máximos se encontraban-, decidimos emplazarlo en la cota más alta del terreno. Se colocaron, pues, cuatro monolitos dedicados al emperador Augusto por el legado imperial Paulo Fabio, uno en cada esquina del área foral de planta rectangular y procedimos a levantar el forum.
Los planos que en mi taller se trazaron para el forum, siguieron las directrices de la tipología que habíamos seguido para otras ciudades construidas bajo el gobierno del divino Augusto. El recinto planeado se caracterizaba por ser alargado en el sentido de los ejes norte-sur, resultando ser atravesado por el decumanus maximus del eje este-oeste, dividiendo en dos partes el espacio foral. En el tercio norte, se localiza el área sacra, mientras que en los dos tercios restantes, se configura un espacio abierto destinado para una gran plaza pública, delimitada por naves porticadas en los laterales y el edificio de la posible basílica al sur, flanqueada por la Curia, sede del gobierno de la ciudad. El área comercial quedará elegada a las tabernae, donde se sitúan negocios y tiendas, alineadas a ambos lados de la plaza pública y abiertas a las respectivas calles laterales, los cardos mayores.
Al mismo tiempo que el Foro, se trazaron las principales calles de la urbe. Las calles de Lucus Augusti fueron proyectadas de forma que pudieran satisfacer de la mejor manera posible las necesidades de nuestros habitantes, asegurando la circulación de hombres y mercancías. Para su construcción, nos tuvimos que adaptar a la topografía del terreno sobre el cual se asienta la ciudad, con una ligera pendiente en la ladera hacia el río Miño, lo cual, por otra parte, facilitó el drenaje de las aguas sucias.
El trazado de la ciudad se organizó, como suele ser habitual, con referencia a una cuadrícula, aunque algo imperfecta, de calles interiores orientadas según el kardo maximus (eje norte-sur) y el decumanus maximus (eje este-oeste). Para su trazado, empleamos la groma, o instrumento topográfico, marcando las calles principales con las letras K (kardo) y D (decumanus) en lajas regulares de granito sobre el suelo, con el objeto de establecer, sin error, la dirección de los principales ejes viarios, que han de cortarse perpendicularmente en el punto mismo en donde la groma se halla instalada. De esta forma, la ciudad quedará dividida en una especie de retícula organizada en insulae, pequeños espacios o bloques de viviendas de variado tamaño y forma.
Las calles, bien pavimentadas con piedras de cantos de río de diferente tamaño y grosor, contaron con un sistema de alcantarillas situadas en sus márgenes para el drenaje del agua de lluvia, además de la proveniente de los edificios colindantes. También se construyeron margines, aceras bastante anchas para los peatones, muchas de ellas porticadas, por lo menos en uno de sus lados, con el fin de resguardar a los viandantes de la lluvia , que en estos parajes suele ser bastante frecuente.
Uno de los primeros aspectos que se tuvo en cuenta en la concepción de la ciudad fue el abastecimiento de agua y su posterior drenaje. La primera forma de abastecimiento empleada en la urbe fueron los pozos, aprovechando el rico nivel freático del lugar sobre el que se asienta la ciudad. Mas, previniendo el creciente desarrollo urbanístico de la ciudad , se buscaron otras fuentes de abastecimiento de mayor capacidad.
La necesidad de contar con un sistema exterior de suministro de agua limpia, obligó a la construcción de un acueducto, para lo cual recurrimos a la captación de los ricos manantiales acuíferos que pudimos localizar a poco más de dos kilómetros al noroeste de la ciudad y a un nivel topográfico adecuado por estar ligeramente más alto que el centro urbano, lo que facilitó que el agua llegase por su propio peso a su destino.
Una serie de canales radiales desaguaban en otro transversal provisto de las correspondientes arquetas de captación, para continuar en un único conducto, o specus, de sección rectangular y revestido en su interior con fina capa de ladrillo machacado, lo cual facilita su impermeabilidad. En la mayor parte de su recorrido, este canal marcharía sobreelevado mediante una substructio o muro continuo, de aproximadamente un metro de ancho y una altura variable, que construimos siguiendo la técnica del opus caementicium (hormigón romano). Excepto en aquellas zonas donde existían depresiones o vaguadas, para lo cual recurrimos a la construcción de una estructura con arquerías de mayor altura (arcuationes), para poder salvar la pendiente, que se mantuvo hasta prácticamente su entrada en la ciudad, por donde discurriría ya enterrado. Para construir el castellum aquae, o depósito de distribución del agua a la ciudad, buscamos un lugar elevado, aledaño al foro. Desde aquí, el agua se distribuyó a las fuentes públicas, los establecimientos termales y algunas viviendas, mediante tuberías de plomo.
El primer alcantarillado de la urbe se construyó mediante un sistema de zanjas excavadas directamente en el zócalo natural, pero que más tarde fue sustituido por canales laterales que discurren en superficie por los laterales de las calles, construidos en mampostería de pizarra (cuyas dimensiones varían entre los 0,40/0,50 metros de ancho por 0,50/1,20 metros de alto). Estos canales se encargan de recoger tanto las aguas pluviales como los desagües de los edificios privados, actuando como auténticos colectores independientes. Por otra parte, las aguas residuales procedentes de las casas privadas fueron evacuadas a través de pequeños canales levantados con idéntica técnica, cuando no se aprovechaban las tégulas o ladrillos, y que discurren enterrados bajo los pavimentos de las estancias.
No hay urbe romana que se precie que no posea un edificio público o privado provisto de la correspondiente instalación termal, y Lucus Augusti no iba a ser menos. Gracias a este tipo de instalaciones, los ciudadanos, desde el más humilde hasta el más notable, pueden relajarse y disfrutar del ejercicio físico y el cuidado corporal, por lo cual se contempló la construcción de dos complejos termales: uno cercano a la zona foral y otro a las afueras, a unos 800 metros del recinto de la ciudad, junto al río y cerca del puente y vía a Bracara Augusta.
Las termas públicas de la zona urbana son ciertamente monumentales. Fueron edificadas durante estos primeros años de construcción de la ciudad, aprovechando la traída de agua del acueducto. Su superficie comprende prácticamente una ínsula completa y cuenta con un amplio abanico de prestaciones de las que los ciudadanos podrás disfrutar, entre las que se cuentan las habituales tres piscinas para cumplir con el rito terapéutico del baño: un primer baño de agua caliente, en el caldarium, seguido de un baño relajado de agua templada en el tepidarium, para acabar con un baño de agua fría en el frigidarium.
Para el complejo termal suburbano, construido también en estos primeros años de la ciudad , aprovechamos las ricas surgencias acuíferas medicinales de la orilla del río Miño, cuya temperatura podía alcanzar los 43,5ºC. Contaban con todo tipo de comodidades, con grandes piscinas para el baño y una palestra o gimnasio para la práctica del ejercicio físico, tan del gusto de nuestros ciudadanos. Pero los romanos lucenses acuden a estas termas no sólo para entretenerse y purificar sus cuerpos, sino también sus almas, ya que combinaban su uso terapéutico, con el culto a las Ninfas, diosas protectoras de las aguas, a las cuales, algunos de nuestros más ilustres ciudadanos, levantaron altares en su honor. Yo mismo, junto a mi gran amigo Lucio Valerio Maximo, dedicamos uno de estos altares .
También construímos algunos baños privados; claro que, estas construcciones se reservan para las domus más distinguidas. Para generar el calor necesario para estos baños termales se construyeron los hypocaustum, siguiendo las directrices de Cayo Sergio Orata, el gran ingeniero inventor de dicho sistema. Este sistema constructivo permite calentar las habitaciones o el agua de los baños, por medio de una cámara situada bajo el suelo de la habitación, conformada por una serie de pilares o arcos de ladrillos, por la que corre el aire caliente procedente de un horno o praefurnium.
Para nosotros, los romanos, la casa es considerada el santuario de la vida privada . La casa romana se ordena normalmente alrededor de un atrio o patio porticado (atrium), al que se accedía por la entrada principal (fauces) y al que se abren las estancias más importantes de la vivienda: comedor (triclinium), dormitorios (cubicula), salas de servicio y recepción (tablinum y oecus), cocina (culina), etc. Se completaba, en algunos casos, con un pequeño jardín en la parte posterior (viridarium), alrededor del cual se dispone un área porticada o peristilo.
Las casas más pudientes (domus) contaban también con una zona termal o de baños propios, a diferencia de las viviendas de vecinos (insulae). En cuanto a grandes domus, nuestra urbe cuenta con algunas ciertamente notables; como la Domus Oceani o Casa de Océanos, al este del recinto foral, adornada con exquisitos mosaicos y frescos, provista de una lujosa y amplia sala de recepción de unos 150 metros cuadrados.
Por otra parte, las clases más humildes de Lucus Augusti, viven en pequeños apartamentos o pisos colectivos, denominados insulae, bloques de viviendas en alquiler, distribuidas en uno o más pisos, sin cocina ni agua corriente. Las plantas bajas de estas construcciones se aprovecharon para el desarrollo de actividades comerciales y artesanales.
Lucus Augusti destaca especialmente por la implantación de una importante industria alfarera local, productora de cerámicas y materiales de construcción. Los numerosos hornos cerámicos localizados al norte de la ciudad fuera del recinto urbano, siempre a pleno rendimiento, son prueba de ello, dando lugar a la existencia de un importante barrio artesanal en este sector de la ciudad.
Yo, al igual que muchos de mis colegas artesanos, trabajo la alfarería en un modesto taller instalado en los bajos porticados de una insulae de un barrio industrial en la periferia del núcleo urbano; ubicación que obedece sobre todo a razones de salubridad, debido a las abundantes cantidades de humo emitidas por los hornos cerámicos. De mi taller salen todo tipo de piezas aunque, sobre todo, cerámicas de uso común y almacenaje de lujo, fácilmente reconocibles por el engobe rojizo que las recubre y las marcas que hago en cada vasija cuando el barro aún está fresco, al igual que el resto de mis colegas alfareros.
En esta zona, también se localizan otras pequeñas industrias y actividades artesanales. Muy cerca de mi taller existe un artesano del vidrio y una fragua donde se realiza todo tipo de herramientas de hierro. La industria textil goza, al igual que la industria alfarera, de un importante papel, siendo desempeñadas sus labores por mujeres en su mayoría. Para la producción de los tejidos emplean telares verticales de pesas, fabricados en madera. Las pesas (pondera), hechas en cerámica o piedra, se atan en los extremos de los hilos permitiendo mantenerlos tensos, con lo cual se facilita la labor de la urdimbre. También es frecuente el uso de ruedecillas, pequeños discos perforados engarzados en un eje de madera que sirven para contener las madejas de las que, devanadas, se obtienen los hilos. Para la realización de las diferentes tramas utilizan lanzaderas de madera o agujas dobles de bronce. Como materias primas principales se emplea la lana, recomendable como ropa de abrigo, debido al clima tan adverso de estas latitudes; y el lino, más adecuado para la ropa interior y las vestiduras finas. Para el cosido de los vestidos se recurre a agujas de bronce o hueso, cuya fabricación procede de un pequeño taller, donde el artesano las fabrica a partir de los huesos de animales.
Otro sector artesanal importante en nuestra urbe es el de la molienda de trigo, para la obtención de harina. Las actividades relacionadas con esta industria, como la fabricación del pan, se llevan a cabo empleando molinos de mano, generalmente de uso doméstico, y los molinos de tracción animal, empleados en las grandes instalaciones industriales. La muela de estos instrumentos estaba formada por dos grandes piedras de granito ajustadas una dentro de la otra, haciendo girar la exterior (catillus), pieza móvil y hueca, sobre la interior (meta), parte fija de forma cónica. Éstas son movidas por un burro o un buey, a veces conducidos por un esclavo, quienes vendan los ojos de los animales con unas anteojeras de cuero para evitar que se aturdieran por la continuidad de su marcha circular.
El culto a los muertos en Lucus Augusti, se refleja, como en el resto del imperio, en las necrópolis o áreas funerarias, donde rendimos culto a la vida de ultratumba. Por eso los cementerios se localizan fuera de los recintos urbanos, cerca de las puertas de la ciudad y junto a las vías de acceso a ésta. En ellos honramos a nuestros familiares y amigos fallecidos con la construcción de suntuosos mausoleos o tumbas más modestas, señalando el lugar con un epitafio funerario grabado en forma de ara o estela de diversa factura, señalando el nombre del difunto y demás datos que suelen tenerse en cuenta en tales ocasiones.
El entierro del difunto está presidido por un ceremonial o ritual funerario (funus) que acaba con la sepultura del cadáver bien por eliminación de éste mediante cremación (incineración) o con su conservación mediante sepultura en fosa en la tierra (inhumación).
Durante la primera etapa de la ciudad y hasta bien entrado el siglo III se practicó el rito de incineración, con dos necrópolis: una septentrional, próxima a la vía Lucus-Brigantium y la meridional, con salida a la vía Lucus-Asturica Augusta. Los enterramientos se efectuaban en urnas cerámicas que contenían las cenizas del difunto y las ofrendas que lo acompañan, depositadas directamente en la tierra en pequeñas fosas circulares o protegidas por pequeñas cistas delimitadas por tejas , y en las que nunca podía faltar la moneda a entregar a Caronte para que el barquero del más allá pudiese transportar al difunto, a través de los pantanos de Aqueronte o la laguna Estigia, hasta el reino de Hades. A veces, los familiares, ante el peligro de que las urnas pudiesen ser violadas con el motivo de sustraer los objetos de valor que las acompañaban, grababan en su panza fórmulas de maldición para espantar a los posibles saqueadores.
La sustitución del ritual de incineración por el de inhumación se produjo gradualmente a partir del siglo III. En relación con este ritual, la ciudad cuenta con dos grandes áreas funerarias: una necrópolis al sureste, al pie de la vía que unía Lucus con Asturica Augusta y otra al suroeste, muy cerca también de la vía que se dirigía a Bracara Augusta. Los enterramientos de esta etapa ofrecen una variada tipología: sepulturas con caja de piedra, tégula o ladrillo y, mayoritariamente, en sencillas fosas abiertas en la tierra. Mi situación económica me permitió enterrar a mi amantísimo esposo, en un ataúd de madera, envuelto en una mortaja de lino, y acompañar su viaje al más allá, con un pequeño ajuar cerámico depositado al lado del féretro, con el fin de facilitarle los alimentos imprescindibles para este difícil viaje. Durante las fiestas de las Parentalia (13 al 21 de febrero) o en su cumpleaños (dies natalis), deposito unas rosas en su tumba, como garantía de la primavera eterna en la vida del más allá, y le recordamos, como es tradición, con un banquete familiar que celebramos a los pies de su sepultura.
En Lucus Augusti siempre tuvo cabida todo tipo de deidades y creencias: dioses indígenas, dioses oficiales romanos, incluido el culto al emperador, divinidades orientales, abstracciones, culto a los lares, culto a las ninfas y, más recientemente, se empieza a ver cada vez más, la presencia de cultos cristianos.
Desde los primeros albores de la ciudad, nuestros mandatarios siempre fueron muy cautelosos en su proceso de culturización de los pueblos conquistados; por eso sucedió que, sin imponer rígidamente los hábitos y creencias romanos, muchos de los cultos a las divinidades indígenas antes presentes en el panteón galaico perviven con las deidades del panteón romano. Ejemplo de esta libertad de culto es el santuario, asociado a la vía Lucus-Brigantium, en las afueras de la ciudad, dedicado al dios indígena Lugobo, relacionado también con nuestro culto romano a los Lares Viales. Yo sigo los rituales romanos, pero no reniego de las tradiciones ancestrales, y por ello soy fiel devota del dios Verora, cuyo culto en estas tierras está muy extendido.
Los cultos oficiales romanos cuentan con una mayor representación en la urbe, como las dedicadas a Júpiter, padre de dioses y hombres, venerado con los atributos de Óptimo, Máximo, Conservador (protector de la figura del emperador). Aunque también se veneran otras deidades como Tutela, diosa protectora de lugares y personas, los Lares Viales, divinidades menores que favorecen y acompañan la relación de los mortales con lo divino, o las Ninfas, cuyo culto se localiza en el complejo termal suburbano a orillas del río Miño.
A semejanza de otras ciudades de nuestro entorno, los cultos orientales fueron ganando adeptos en fechas ya avanzadas del imperio. Entre ellos es Caelestis, interpretación de la divinidad africana Tanit, la deidad más venerada. La presencia de estas divinidades orientales contó con edificios cultuales característicos, como la presencia dentro de la urbe de un mitreo, en el cual se rinde culto a Mitra, una deidad de tipo solar de origen persa, que fue muy venerada por los soldados de las legiones romanas.
El cristianismo comienza a extenderse en esta tierra en los últimos tiempos, contando con algunas representaciones en el interior de la ciudad, aunque es más habitual que las edificaciones destinadas a este culto se localicen a las afueras. Su presencia se puede seguir a través de las pequeñas muestras que, en forma de crismones, los cristianos graban sobre cerámicas o lucernas, o portan en forma de anillos decorados con clara simbología cristiana, como el propio crismón o los peces.
Fue ya avanzado el mes de Julio del año 483 ab urbe condita (270 de la era) en el primer año de gobierno del augusto emperador Lucio Domicio Aureliano, cuando se iniciaron las obras de la muralla.
En su construcción intervino un buen número de legionarios, especialmente conocedores de los secretos poliorcéticos que demandaba una obra de tal envergadura, al frente de los cuales se hallaba el Praefectus Fabrum de la legión, oficial en jefe de los ingenieros militares, y su equipo de artífices o artesanos expertos, pertenecientes a una de las cohortes asentadas en el campamento de la Legio VII, y del cual formaba parte este veterano.
Según me cuenta, esta era una tarea que requería una especial organización del trabajo, ya que eran muchas las labores que cabía realizar, para lo cual se había movilizado un gran número de mano de obra, desde los ingenieros y tropas especializadas de la legión, a la vez que personal civil que se hallaban trabajando en edificaciones de la ciudad, así como a las poblaciones indígenas cercanas para que prestaran su apoyo material, como se había solicitado, todos ellos organizados en cuadrillas de trabajo con una misión muy definida.
Al parecer las obras se iniciaron con la construcción del foso perimetral, paralelo por el exterior al trazado establecido para encajar los cimientos de la muralla, empleando los materiales extraídos en su excavación, en la construcción de los paramentos y rellenos del primer anillo del recinto, hasta una altura próxima a los ocho pies, a partir de la cual ya fue necesario emplear la maquinaria de elevación.
En su edificación se empleó como materiales, principalmente pizarras y esquistos, provenientes también de las canteras de los alrededores, junto con cantos rodados y granitos, estos reservados para la fortificación de las puertas principales; además de diferentes elementos arquitectónicos reaprovechados, ya que hubo necesidad, por adaptar la muralla a una mejor defensa, de proceder a la demolición de muchos de los edificios situados al sur y suroeste de la urbe.
El resultado final, derivó en la construcción de una gran muralla, de algo más de una milla y media (2266 metros) de perímetro, que circunda un recinto urbano
con una superficie de unas 34 hectáreas. Este regio bastión cuenta para su defensa con 85 torres, de planta semicircular (con diámetros que oscilan entre
los 5 y 14 metros) coronados por dos o tres pisos, que disponen de cuatro o cinco ventanas en forma de arco, a través de los cuales podemos realizar la defensa
con las ballistae.
El acceso al camino superior de ronda, para realizar las labores de vigilancia, lo realizamos a través de las numerosas escaleras que se hallan en cada una de las
torres. Su disposición, embutida en el propio macizado del muro, con dos ramales escalonados enfrontados, nos permite un rápido acceso desde el intervallum,
mediante escaleras de madera que, en caso de asedio, podemos retirar fácilmente.
La muralla cuenta con cinco regias puertas que comunican la ciudad con el exterior y con las vías principales que confluyen y parten de ella.
Pero sin duda, lo que más llama la atención de esta magna obra, es su aspecto exterior. El viajero que se acerque a la ciudad por la vía procedente de Bracara o
Brigantium, reparará en la maravillosa visión de este imponente y hermoso recinto fortificado, cuya blancura refulgente al sol, se debe al mortero de cal que
recubre sus paramentos.

Sente o patrimonio es un proyecto que pretende transformar los museos, haciendo que dejen de ser lugares donde se pasea y observa el patrimonio, para convertirlos en espacios donde se vive la historia, se interacciona con ella, se palpa y se siente entre las manos.
Para conseguirlo, se propone llevar a cabo la reproducción de piezas arqueológicas mediante impresión 3D. Las réplicas creadas estarán accesibles al público para que pueda tocarlas ofreciendo, de esta forma, la oportunidad de poder descubrir el patrimonio a través del tacto sin comprometer la conservación del mismo.
Además, con esta iniciativa también se pretende mejorar la accesibilidad a los museos del colectivo de discapacitados visuales.
[/dica_divi_carouselitem][dica_divi_carouselitem title=”DOMI PRANDEO: La cocina romana traída a nuestros días” button_url_new_window=”1″ image_lightbox=”off” button_margin=”51px|10px|41px|0|false” image_padding=”35px|31px|26px|29px|false” _builder_version=”3.20.1″ title_font=”Poppins||||||||” title_text_align=”center” title_text_color=”#323232″ body_font=”Poppins|||||on|||” body_text_align=”justify” body_text_color=”#323232″ custom_button=”on” button_text_size=”31px” button_text_color=”#0c71c3″ button_bg_color=”#0de5e1″ button_border_width=”0px” button_border_color=”#000000″ button_font=”||||||||” button_icon=”%%32%%” button_icon_color=”#7cda24″ button_alignment=”left”]
Con nuestro proyecto os proponemos un viaje al glorioso Imperio Romano a través del sentido del gusto y del olfato. Recrearemos antiguas recetas tradicionales trayéndolas a nuestros días.
Después de consultar los antiguos libros de cocina escritos por Apicio, el Arguiñano de la época, nos dimos cuenta de que la cocina tradicional de la época romana no difiere mucho de la cocina tradicional de hoy en día, salvando las distancias y algún que otro gusto. Tomando como base algunas de esas recetas, os ofrecemos un menú completo adaptado a los gustos actuales. Se trata de algo tan común en nuestra dieta gallega como lentejas estofadas con castañas y pollo a las finas hierbas. Como postre os proponemos algo más exótico como es un dulce de frutos secos.
Bene sapiat!
[/dica_divi_carouselitem][dica_divi_carouselitem title=”aumentAR Lugo” button_url_new_window=”1″ image_lightbox=”off” button_margin=”51px|10px|41px|0|false” image_padding=”35px|31px|26px|29px|false” _builder_version=”3.20.1″ title_font=”Poppins||||||||” title_text_align=”center” title_text_color=”#323232″ body_font=”Poppins|||||on|||” body_text_align=”justify” body_text_color=”#323232″ custom_button=”on” button_text_size=”31px” button_text_color=”#0c71c3″ button_bg_color=”#0de5e1″ button_border_width=”0px” button_border_color=”#000000″ button_font=”||||||||” button_icon=”%%32%%” button_icon_color=”#7cda24″ button_alignment=”left”]
Imagina que vas a una ciudad, a una ciudad con un pasado que tiene mucho que contar. Una ciudad en la que conviven bienes de sobra conocidos con otros que guardan callados, historias milenarias. Hay gente que cuenta y relata leyendas y datos técnicos de una muralla bimilenaria o de una catedral Patrimonio de la Humanidad, pero ¿quién le da voz a esas historias que hay bajo tus pies?
Imagina que te dicen, ¿por qué no descargas esta aplicación gratuita en el teléfono? Abres la aplicación y delante de una piedra que luce antigua hay una señal con un símbolo y una leyenda que dice enfócame. Encuadras el símbolo con tu móvil y en ese momento un vídeo comienza a contarte una historia. Al final de esa historia un enigma te propone un reto encriptado que te lleva al siguiente emplazamiento. Finalmente conseguiste divertirte, descubrir, recorrer y vivir la ciudad y sus historias.
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Proyecto promovido por Namorarte, primera agencia de viajes arqueológicos de Galicia, e Camiños con arte, turismo cultural y visitas guiadas en la ciudad de Lugo.
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Epica es una app que permite descubrir y aprender sobre el patrimonio de Lugo de una forma diferente. A través del smartphone, los usuarios se sumergen en una aventura llena de intrigas, conspiraciones y secretos cuyo telón de fondo es el antiguo Lucus Augusti.
La aplicación posee un panel de control desde el que diseñar una historia, haciendo uso de las múltiples herramientas que la tecnología actual pone en nuestras manos. Definir recorridos, ubicar pistas o enviar mensajes al teléfono son algunos de los recursos para crear una narrativa que enganche al usuario.
Desde el teléfono, este recibirá instrucciones para desplazarse a diferentes puntos de la ciudad sumergido en innumerables misterios que deberá resolver, proporcionándole un acercamiento a la historia de la ciudad divertido y didáctico.
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