¿Sabías que los ciudadanos romanos disfrutaban de recitales de poesía mientras se bañaban en aguas termales?
Las termas representaban algo más que un lugar donde bañarse: eran también
un lugar de deporte, biblioteca y auditorio para escuchar recitales de poetas
poco profesionales y aficionados. Lo que no hacían, generalmente, en estos
lugares era nadar, porque la piscina estaba más pensada para el relajamiento
que para el ejercicio.
Tanto hombres como mujeres iban al baño público, tanto para tratar su cuerpo
como su espíritu; aparte del agua caliente y los masajes con aceites perfumados,
se apreciaba en esos establecimientos el trato verbal con otros asistentes, lo que
proporcionaba noticias auténticas de chismes que circulaban por la ciudad. Las
mujeres tenían acceso a las termas desde las horas más tempranas del día
hasta la hora séptima y los hombres todas las horas restantes, desde la hora
octava (dos de la tarde).
Las antiguas Termas romanas públicas de Lucus Augusti estaban situadas a las
orillas del río Miño, a poca distancia del puente,conservadas, en
parte, en la planta baja del actual hotel balneario, fueron declaradas BIC.
Construidas a inicios del s. I d.C., eran lugar de parada obligatoria para los
viajantes y los habitantes de la ciudad que se acercaban a ellas por el trecho de
la vía romana, encontrando aquí un lugar de ocio y recreo al mismo tiempo que
de curación, gracias a los ricos manantiales acuíferos medicinales, con
temperaturas que alcanzan los 43,8 ºC, y que sigue utilizando el actual balneario.
De sus ruinas, aún imponentes, hablan diversos testigos del siglo pasado,
señalando la existencia en el lugar de varios vestigios relacionados con la antigua
fábrica romana.
De ellas persisten, hoy en día, tres salas abovedadas. Dos de ellas, bien
pavimentadas en opus signinum (compuesto de fragmentos de teja y ladrillo con cal),
y provistas de pequeñas hornacinas en las paredes,
parecen identificarse con el antiguo apodyterium( zona de vestuarios). No
obstante, esto es sólo una pequeña parte del conjunto, que excedía las
dimensiones del actual balneario.
Se conocen otras estancias que correspondían a un espacio porticado,
inicialmente concebido como palestra(gimnasio) y posteriormente como
basílica thermarum (estancia basilical). En el patio posterior había una gran
piscina, hecha de potente hormigón romano (opus caementicium).
Se documentaron, al mismo tiempo, los diferentes conductos de captación y
canalización de las aguas termales, así como los sistemas de drenaje. Se
demostró también la existencia de un culto vinculado a la utilización de las aguas,
gracias al hallazgo de 14 aras o altares dedicadas a las ninfas, lo que confirma el
uso terapéutico-religioso de las instalaciones, junto con una faceta más profana
vinculada al ocio y a los baños higiénicos. El abandono y desmantelamiento de
buena parte de las instalaciones se produciría alrededor del s. III d.C. No obstante,
sus benéficas y salutíferas aguas seguirán empleándose en el medievo y en
épocas más recientes.
¿Sabías que por este puente pasaban los comerciantes de Astorga en su camino a Lugo y Braga?
Lucus Augusti era, en el siglo I, uno de los epicentros viarios más importantes del
Noroeste de la Península, donde nacían o morían varias rutas. Por este motivo, no
es de extrañar que los romanos necesitasen diseñar y construir un puente, al
suroeste de la ciudad, que cruzase el río Miño y comunicarse con los principales
núcleos de comercio de la antigua Gallaecia.
Una de las principales rutas era la vía XIX del Itinerario de Antonino*, construída a
principios do s. I da nosa era, en época de Augusto,que unía Asturica Augusta
(Astorga), pasando por Lucus Augusti, con Bracara Augusta (Braga) a través de un
recorrido de 299 millas (450 km). Siguiendo el curso del antiguo decumanus
maximus (una de las principales calles de la urbe romana), hasta su salida por la
Puerta Miñá, la vía XIX inicia su recorrido hacia Bracara, en continuo descenso
hasta el río Miño.
Para dar paso a la vía XIX y posteriormente a otras que se van diseñando, los
romanos construyeron un gran puente de granito. Al parecer en su construcción
participaron ingenieros militares de la Legión X Gémina, cuya marca aparece en
alguno de los sillares del puente. Se conservan partes de la fábrica original
romana en varios de sus pilares, en los que se pueden reconocer algunos de los
detalles constructivos que lo caracterizan: alternancia de hiladas dispuestas a
soga y tizón, almohadillado de los sillares de granito, grapas con doble cola de
milano, marcas de palanca, inscripciones, etc. Es posible que el puente original
tuviese ocho arcos de 10,40 m, con una composición simétrica, pilares de 4,70 m
de espesor con un tajamar semicircular en su frente de 2,35 m de radio, y rasante
horizontal, con una tipología habitual en otros puentes de Hispania. Su longitud, de
unos 120 m, y su anchura, de 7 m, dan una idea de la monumentalidade de esta
obra.
El puente se mantuvo en servicio a lo largo de la historia, sirviendo de paso a
distintas rutas medievales (como la del Camino Primitivo a Santiago) dando
continuidad a los Caminos Reales a Santiago y Ourense y a las modernas
carreteras de los siglos XIX y XX.
Las huellas de todos estos caminos quedarían reflejadas en el puente a través de
las diferentes reformas que se pueden reconocer en él. Reformas, de gran calado
que rompen con la estética tradicional romana, sucedidas en época medieval y
en los siglos XVI, XVIII y XIX, culminando con actuaciones de arqueología y de
rehabilitación para su posterior peatonalización entre 2012 y 2013.
*Itinerario de Antonino: documento de la Roma antigua, redactado en el siglo III,
que recopila las rutas del Imperio Romano.
¿Sabías que los emperadores romanos ya expropiaban terrenos para que los ingenieros pudieran levantar sus imponentes construcciones?
Las ciudades romanas necesitaban un suministro de agua abundante y seguro. El
agua era vital para el desarrollo de la vida urbana. En palabras de Plinio el Viejo:
“Es el agua la que hace la ciudad”. El agua llegaba a la ciudad a través de los
acueductos, desde las fuentes cercanas y hasta unos grandes depósitos
llamados castellum aquae.
La construcción de los acueductos estaban regulada por leyes, como las que
recoge el Codex Theodosianus (Código Teodosiano), de principios del siglo V. En él
se definían el marco legal de los acueductos, donde se recogía, por ejemplo, la
expropiación de terrenos para llevar a cabo la construcción de estas obras
públicas, las condiciones para regar los jardines con el agua de la canalización,
incluso la prohibición de plantar árboles a una distancia inferior a 4,5 metros en
ambos lados del acueducto, para que sus raíces no pusieran en peligro la
durabilidad de la obra.
El acueducto de Lucus Augusti comenzaba en “Agro do Castiñeiro”, en el actual
barrio de la Piringalla, donde se recogía el agua de los ricos manantiales acuíferos
existentes en la zona. El agua aquí recogida discurría a lo largo de
aproximadamente 2.100 metros, ayudada por un desnivel de unos 6,5 metros
entre la zona de captación y el castellum aquae (depósito de distribución de
agua), situado en la parte alta de la actual Plaza de Santo Domingo, desde donde
se distribuía el agua por toda la ciudad a través de tuberías de plomo.
Para vencer el pequeño desnivel existente a la altura del barrio de la Milagrosa, se
recurrió a un sistema de arcos o arcuationes, que sostenían el canal y lo
mantenían al nivel adecuado.
El acueducto sufrió modificaciones, posiblemente en la época medieval, incluso
se sabe que en el siglo XVI, el Ayuntamiento intentó modificarlo, dada la escasez
de agua ante el importante crecimiento de la ciudad. A mediados del siglo XVIII,
por iniciativa del obispo Izquierdo, se construyó un nuevo acueducto paralelo al
romano, para dar solución a la falta de agua.
Durante las obras de peatonalización de la calle San Marcos, se pudo
documentar un tramo de la parte intramuros del acueducto original, hoy visible a
través de una ventana.
La obra romana es fácilmente reconocible en el muro corrido, de
aproximadamente un metro de ancho, fabricado en opus caementicium
(hormigón romano realizado con cuarcitas de mediano tamaño ligadas con
mortero de cal y arena), en el que se pueden observar las huellas del encofrado
de madera (moldes del entablado y agujeros que atraviesan el muro, donde se
colocaban los maderos o traviesas que soportaban el entablado). Como base de
la estructura de caementicium se emplea un empedrado de cuarcitas y arcilla,
más ancho que el propio muro. Esta estructura constituía la base sobre la cual
discurría el canal de agua (specus). Presenta una remodelación posterior,
realizada en mampostería de pizarra, datada probablemente en época medieval.
¿Sabías que el funcionariado de hace 2000 años trabajaba en el mismo sitio que hoy en día?
El foro era el centro de la vida urbana en la ciudad romana y, por tanto, el punto
de convergencia o espacio común donde se desarrollaba la vida pública de la
ciudad, relacionada con la política, los asuntos judiciales, religiosos o los negocios
comerciales.
El foro de Lucus Augusti era una gran plaza pública porticada de forma
rectangular, que medía 108 metros de ancho y 196 metros de largo, con una
superficie aproximada de 21.000 m². Aparece cerrado sobre si mismo y bordeado
por los viales principales de la ciudad (kardi y decumani), que a su vez,
determinaban el eje dominante de la cuadrícula urbana. Ordenados de forma
axial, se distribuían los tres ámbitos clásicos del área foral: el área sacra, la plaza
pública y la basílica. El foro venía a coincidir con el rectángulo comprendido entre
la Plaza de Santo Domingo (al norte), calle de la Reina (al oeste), calle del Progreso
(al este) y la sede del actual consistorio (por el sur). Y es
precisamente aquí donde se hallan los restos de la basílica romana.
En el foro romano, la basílica era un edificio público con múltiples usos: sede de
los tribunales de justicia, lugar de transacciones financieras, templo de culto,
mercado y lugar de celebración de reuniones de índole diversa de la ciudadanía.
La basílica lucense, de planta rectangular, con unas dimensiones aproximadas de
90 metros de longitud y 25 metros de anchura, estaba dividida en tres naves,
compartiendo con la plaza pública su pórtico meridional.
El funcionario de hoy compartiría espacio con el romano encargado de la
administración financiera y las labores legislativas, ya que el actual edificio
destinado a Ayuntamiento de Lugo, se asienta sobre los cimientos de lo que
podría denominarse como el Ayuntamiento del antiguo Lucus Augusti. Cimientos
de un gran muro de 1,35 metros de ancho, construido en opus caementicium
(hormigón en época romana) en la base y losas de pizarra en la parte superior,
perteneciente al basamento de la nave central de la basílica.
Parte de estos cimientos, los únicos restos que se conservan, datados del siglo I,
pueden visitarse en el Centro de Nuevas Tecnologías, en la parte trasera de la
casa consistorial de Lugo, ubicada en la Plaza Mayor. La peculiaridad de estos
restos es que están dentro del edificio, algo que convierte a la sede del gobierno
lucense en una de las pocas del mundo con vestigios romanos en su interior.
¿Sabías que en las calles de la ciudad estaba prohibido el tránsito de carros y mercancías durante el día?
Las calles de Lucus Augusti presentan una disposición en la que cabe diferenciar,
por una parte la calzada, por donde discurrían carros y mercancías, y por la otra,
las aceras, que eran los espacios reservados a la circulación de peatones. Por el
día, cabe imaginar las calles llenas de bullicio y una intensa animación, pobladas
por una aglomeración de gentes que circulaban por los puestos de venta
situados bajo los soportales. Por la noche esta marea de gentes cesaba, para dar
paso a las bestias de carga y carretas que repartían las mercancías, y cuyo
tránsito estaba reservado a las horas nocturnas; ya que tenían prohibida la
circulación por las calles durante el día, porque constituían un peligro
permanente para los ciudadanos y un engorro para la ciudad.
La calzada estaba bien pavimentada con cantos de río de diferente tamaño y
grosor, conformada por varias capas. Las calles sufrirán sucesivas reformas o
reparaciones en su pavimentación, a lo largo de las diferentes etapas de la
ciudad, afectando al ancho de las mismas, reduciendo en muchos casos el
espacio de circulación.
No todas las calles poseían aceras, pero cuando estas existían presentaban un
pavimento de tierra batida y muy bien compactado. Por otra parte, la mayoría de
las aceras estaban porticadas, al menos en uno de sus lados, como era
costumbre en muchas ciudades romanas. Estos pórticos no solo permiten
guarecerse de las inclemencias del tiempo, sino que son también un lugar idóneo
para la instalación de pequeñas tiendas comerciales que ocupaban los bajos de
las casas.
En uno de los locales de la planta baja de este antiguo pazo urbano del siglo XVIII,
transformado en centro comercial, se conservan los restos de un trecho de
calzada de cantos rodados de una calle romana de cuatro metros de anchura,
ceñida por los muros de las edificaciones laterales, datada en el siglo I después
de Cristo. La particularidad de esta calle de la antigua urbe romana es que no
tenía aceras, como era habitual en Lucus Augusti, por el que se trataba con
seguridad de una calle menor (cardo minor). Hay que señalar que los restos
conservados, descubiertos con motivo de las excavaciones arqueológicas
realizadas en este solar en el año 1991, fueron trasladados en bloque ligeramente
(unos 2 m) en relación con su posición original, aunque conservan la misma
orientación.
¿Sabías que los romanos, en los ritos funerarios, tenían pequeños vasos de cerámica donde recogían las lágrimas que los parientes y amigos derramaban por el difunto?
En los ritos funerarios, como ahora, se disponía del cuerpo del muerto de dos
maneras: la cremación y la inhumación. Lo que sí era distinto al rito funerario
actual era la presencia, entre las ofrendas de amigos y familiares, de unos
pequeños vasos de vidrio o de cerámica que, por la función que desempeñaban,
recibieron el nombre de lacrimatorios; eran de forma tubular con un
ensanchamiento en la base y servían para contener las lágrimas que los
parientes, amigos y plañideras profesionales derramaban por el difunto.
Existía todo un ritual desde la muerte hasta el enterramiento. Uno de ellos
consistía en dar un beso al fallecido para extraer su alma y que ésta no se
perdiese; cerrarle los ojos al difunto y pronunciar su nombre hasta tres veces
(conclamatio) para asegurar que estaba muerto. El cadáver, vestido, perfumado
y con flores, era expuesto en una cama o litera, en el atrio de la casa, colocado
con los pies hacia la puerta de entrada de la vivienda. El traslado del difunto al
cementerio se efectuaba en ataúd de madera, portado por cuatro o seis
hombres, precedidos por músicos y plañideras. Los velatorios podían durar entre
tres y siete días.
El ritual más antiguo constatado en Lucus Augusti es el de la incineración, que
consistía en la reducción a cenizas del cadáver. En la ciudad se conocen tres
importantes necrópolis de incineración. Los enterramientos de este tipo que
conocemos, consistían en simples fosas escavadas en el suelo o en pequeñas
cistas o cajas realizadas con tégulas y ladrillos, en cuyo interior se depositaba la
urna cerámica que recogía las cenizas del muerto, acompañada por los objetos
que formaban parte del ajuar funerario.
Estas urnas también se podían colocar en nichos practicados en las paredes o
suelos de los edificios funerarios, fuesen de carácter familiar o colectivo
(columbarios).
En relación con este tipo de enterramiento, en el actual edificio del Centro Cultural
O Vello Cárcere, se conservan los restos de una estructura soterrada, a modo de
pequeño mausoleo o hipogeo, de forma cuadrangular y algo más de 2 m² de
superficie (1,53 x 1,57 m), con muros de mampostería de pizarra y que contaba con
cuatro escalones de acceso. La función de esta estructura no está totalmente
definida, pero se relaciona con un lugar de enterramiento –a pesar de que no
aparecieron restos de cremación– asociado a la necrópolis documentada en la
zona de San Roque, una extensa área funeraria que fue lugar de cremación e
inhumación durante todo el período romano.
¿Sabías que en esta imponente mansión, frente a la entrada de la actual catedral, vivía Gaio Victorio Victorino, el recaudador de impuestos de Lucus Augusti?
Su nombre aparece grabado en un ara encontrada en el templo mitraico, que se
construyó años más tarde, junto a la domus(casa), por lo que se sabe que este
personaje vivió aquí, y durante su estancia en dicha domus , construyó el edificio
anexo dedicado al culto.
Gaio Victorio Victorino fue centurión de la Legio VII, y estaba al frente de un
destacamento militar encargado, según la inscripción del ara, del funcionamiento
de una statio lucense (oficina tributaria). Por esto, es posible saber qué parte de la
domus estaba dedicada a esta función administrativa, y por eso estaba situada
junto a una de las calzadas de la ciudad.
Situada, actualmente, junto a la Puerta de Santiago, frente a la Catedral, fue un
imponente edificio de grandes dimensiones, construido en época alto imperial,
que contaba con planta baja, un amplio patio y un primer piso.
Su orientación hacia las riberas del río Miño y a las zonas con los mejores suelos
para el cultivo, la convierten en una privilegiada, dominando el paisaje.
Se trata de una vivienda con un diseño arquitectónico muy avanzado para la
época, en la que se cuidaron sus proporciones geométricas y la utilización de
diferentes materiales en función del fin al que iban destinados.
Tanto las paredes como los techos estaban decorados con pinturas murales. Las primeras con un
esquema decorativo dividido en tres sectores horizontales, y los techos con una
composición ortogonal de círculos secantes sobre un fondo ocre.
A pesar de la majestuosidad del edificio, a comienzos del siglo IV d.C., la
protección de la ciudad era lo más importante, y para ello fue necesario una
destrucción organizada y selectiva de parte de la domus, para así disponer de
espacio suficiente para encajar tanto la muralla como el intervallum (calzada que
bordea la muralla por su cara interna).
Hoy día, se conservan restos musealizados de varias de las estancias de esta
domus , organizadas alrededor de un patio central porticado. Se conservan muros
de más de dos metros de altura, pertenecientes a alguna de la estancias de la
domus, que cuentan con importantes vestigios de pintura mural y también se
pueden observar parcialmente algunos elementos estructurales del patio, como
el enlosado, basas y columnas.
¿Sabías que la ciudad romana se extiende más allá del actual recinto amurallado?
El motivo por el cual aparecen abundantes vestigios de la ciudad romana fuera
del recinto amurallado, en la actual zona del barrio de Recatelo, obedece a la
construcción de la muralla. La nueva ciudad amurallada de finales del siglo III d.C.,
por motivos de carácter defensivo, deja fuera de sus muros una amplia zona
situada al suroeste, ganando por el contrario una estrecha franja de territorio
hacia el norte y noroeste.
Esta zona estaba ocupada mayoritariamente por casas o ínsulas más modestas
que las grandes domus o casas señoriales. Estaban constituídas por una o dos
plantas, con la parte superior para la zona residencial, mientras que en la parte
baja se podían localizar todo tipo de actividades comerciales y artesanales. A
diferencia de las grandes domus de los patricios, los minúsculos apartamentos
de las insulae no tenían cocina ni agua corriente. Tener cocina era un lujo para la
mayoría, así que la gente acudía a las lixae, puestos donde se vendía comida, o a
las popinae y cauponae, bares y hostales en los que se servía comida y bebida.
La mayoría de estas viviendas fueron arrasadas y sus materiales empleados en la
erección de la muralla. Con el paso de los años esta zona se fue convirtiendo en
uno más de los barrios extramuros de la ciudad, quedando relegada a la
presencia de hornos alfareros u otras pequeñas industrias que como era habitual
se localizaban en el extrarradio urbano. Al mismo tiempo también resulta
frecuente documentar un gran número de enterramientos de inhumación, lo cual
nos habla de la presencia de zonas cementeriales, que fueron sustituyendo a los
ámbitos antiguamente residenciales.
Conservados en un patio abierto, dentro del espacio ocupado por el edificio de la
sede del Colegio de Arquitectos de Lugo, se observan los muros de algunas
dependencias pertenecientes a una de estas casas romanas más humildes,
datada en los siglos II-III después de Cristo, entre los cuales se reconoce un
posible horno doméstico de planta circular, que se localizaría en la parte baja de
la edificación. Los restos, aunque se conservan en el mismo lugar de su hallazgo,
fueron trasladados en bloque a una cota más baja de la que ocupaban
originariamente, para poder desarrollar el proyecto constructivo del nuevo
edificio.
¿Sabías que en este templo se sacrificaban animales al dios Mitra?
En este lugar de culto se practicaba el mitraísmo, religión mistérica de origen
oriental, que se extendió muy rápido entre las legiones romanas, debido a que
estaba participada, prioritariamente, por hombres sin importar su clase social.
Según sus creencias, Mitra, dios de la luz, nacería de la petra generatrix, junto a un
manantial y bajo un árbol sagrado. Tiempo después, se encontraría con el toro
mientras paseaba por las montañas y, sujetándolo por los cuernos, lo montó
hasta que el animal quedó exhausto; entonces lo llevó a hombros hasta la cueva
donde vivía, y un cuervo le dijo que el toro debía ser sacrificado.
Al principio, los seguidores de esta religión, se reunían en cuevas naturales, en
recuerdo de la cueva en la que vivía, según la creencia, Mitra. Pero más tarde
comenzaron a construir recintos artificiales, oscuros, sin ventanas, que
permitieran entrar la luz, recreando así, la sensación de aquellas primeras cuevas,
en las que solamente se podían reunir unos cuarenta fieles.
En estos recintos, los fieles, celebraban banquetes en los que consumían pan y
vino, y que, en ocasiones, incluían el sacrificio animal.
Los romanos, seguidores de esta creencia, pensaban que su comportamiento
ético y moral, su capacidad de esfuerzo y sacrificio y la participación en estos
rituales les aseguraban la vida eterna, ya que el mitraísmo contempla al hombre
como el sujeto único de su destino.
Esta creencia, protegida por los emperadores, tendrá su época de esplendor a
finales del siglo II y durante el siglo III y es que su estructura fuertemente
jerarquizada les ayudaba a reforzar su propio poder. Ya en el siglo IV, con las
pérdidas territoriales del Imperio, comenzó su época de decadencia, agravada
por el establecimiento de la libertad de religión en el año 313 d.C.
Este templo lucense, situado frente a la fachada principal de la Catedral, junto a la
Puerta de Santiago, es uno de los pocos monumentos mitraicos de España que
pueden ser datados con fiabilidad en el siglo III d.C. Construído a principios de
dicho siglo, junto a una gran Domus Altoimperial, perduraría hasta mediados del
siglo IV, siendo así uno de los templos mitraicos que más tiempo perdura en
Hispania.
Consta de una estructura rectangular en la que se distinguen tres partes: la
antecámara, el spelleum (cueva), una sala decorada con pinturas y bancos
corridos en las paredes para poder celebrar los banquetes, y el santuario, donde
estaba el altar y la representación de Mitra dando muerte al toro.
Aún hoy se conservan restos arquitectónicos, visitables, de lo que fue este templo
mitraico, además de un ara de granito con una dedicatoria a Mitra del centurión
Gaio Victorio Victorino perteneciente a la Legio VII. También se encontraron restos
de bronce, posiblemente pertenecientes a una estatua del dios Mitra.
¿Sabías que la cerámica de Lucus Augusti se exportó a más de 700 km de distancia?
Lucus Augusti fue, a lo largo del s. I y prácticamente hasta mediados del s. V d.C.,
una urbe alfarera. Los talleres alfareros se extendían por toda la banda norte de la
ciudad, donde se han podido documentar un gran número de hornos, como los
que aquí podemos contemplar. Dichos talleres producían vasijas de todo tipo,
relacionadas principalmente con el uso de cocina o almacenaje, y pronto
adquirieron un gran prestigio, gracias a la calidad de las mismas. Bajo la marca
de alfareros como Quinto, Capito, Rufi, Rufianus, etc., los productos lucenses
alcanzaron un gran auge y difusión, siendo comercializados a zonas tan lejanas
como el valle del Ebro o norte de Portugal, donde se ha podido constatar su
presencia.
Dentro de las producciones lucenses, destacan las denominadas cerámicas de
engobe rojo, llamadas así por el característico pigmento rojizo que las cubre y se
aplica de diferentes maneras, según el tipo de recipiente. Inspirados en modelos
romanos, las primeras producciones lucense imitan la característica terra
sigillata, pero están realizadas conforme a las pautas de la cerámica indígena. Sin
embargo, las cerámicas lucenses alcanzarán su mayor esplendor y difusión a
finales de la primera centuria, con la producción masiva de platos y cuencos para
el servicio de mesa.
A partir de finales de la tercera centuria, se diversifica más la producción, con la
fabricación no solo de platos, sino también jarras y grandes bandejas, además de
cuencos, inspirados en las formas de la sigillata tardía. La alta consideración de
estos productos hace que también sean empleados como elementos habituales
en los ajuares funerarios que acompañan los enterramientos de esta etapa.
Los hornos se agrupaban en pequeños talleres, y presentan diferentes tipologías
de formas. Aquí se pueden contemplar dos de estos hornos, que conservan
intacta su estructura inferior, formada por la cámara de combustión y el
conducto de alimentación del calor o praefurnium e, incluso en uno de ellos, las
arcadas que sustentarían la parrilla de cocción. Se caracterizan por su pequeño
tamaño y su forma elíptica y están construidos a base de pequeñas lajas de
pizarra. Estos se extrajeron del yacimiento y se reubicaron en un lugar próximo al
del hallazgo, dentro de un patio entre casas, al cual se accede a través del primer
sótano de la casa situada en Rúa Nova, 80; por lo que su visita solo se puede
realizar previa demanda.
¿Sabías que la muralla de Lugo se erigió al mismo tiempo que las de Braga, Astorga y León?
A finales del siglo III d.C., en un momento de crisis y apuro para el imperio romano
ante la presión de los pueblos bárbaros, se planifica y construye la muralla de
Lugo, que perdurará hasta nuestros días con escasas reformas que no han
llegado a modificar, sustancialmente, su aspecto original.
Su construcción obedece a un plan imperial que consistió en establecer toda una
línea defensiva articulada por ciudades amuralladas dotadas de fuertes
defensas, entre las que la misma Roma sería el primer objetivo a proteger. De ahí
que, al igual que Lugo, otras ciudades hispanas también se fortificaron con
murallas que presentan grandes similitudes en su construcción, tal es el caso de
Barcino (Barcelona), Caesaraugusta (Zaragoza), Veleia (Iruña), Legio (León),
Asturica (Astorga) o Bracara (Braga).
La muralla lucense, se concibe como un auténtico proyecto de ingeniería militar
rigurosamente planificado, tanto en lo referente a su trazado como a las técnicas
constructivas y los diversos elementos que conforman su estructura
arquitectónica, convirtiéndose por ello en paradigma de los recintos defensivos
urbanos de época romana.
El trazado de la muralla dibuja un rectángulo imperfecto de lados oblongos,
adaptado a la topografía del terreno, que abarca una superficie intramuros de
aproximadamente 35 ha, que en la actualidad se corresponde con el actual
casco histórico de la ciudad de Lugo. El perímetro de esta obra, integramente
conservado, alcanza algo más de dos kilómetros.
Esta fortificación contaba en origen con 85 torres de planta semicircular, con
diámetros que oscilan entre los cinco y los trece metros, en la actualidad muchas
de ellas destruídas o modificadas y que en origen estaban coronadas por dos o
tres pisos, perforados por varias ventanas en arco. Estas torres estaban
separadas entre si por lienzos de muro recto o cortinas que presentan una
longitud variable y un espesor medio de seis metros.
En la construcción de la muralla se utilizaron como materiales principalmente
pizarras características de la zona lucense, junto con cuarcitas y sillares de
granito. El núcleo principal de la muralla está constituído por un potente relleno de
pizarras, cuarcitas y otros materiales reaprovechados (por veces de carácter
arquitectónico o epigráfico), amalgamados con cal y arena, dispuestos en capas
alternas, todo comprimido entre dos paramentos o muros de pizarra que se
levantan derechos por el exterior, mientras que por el interior presentan un
característico perfil quebrado.
La muralla cuenta hoy con diez puertas para acceder al recinto intramuros, de las
cuales solo cinco se consideran de época romana (Porta Nova, Porta Miñá, Porta
de Santiago, Porta de San Pedro e Porta Falsa), aunque con importantes
transformaciones.
Fue declarada Monumento Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en el año
2000, ya que fue considerada como la muestra más monumental, mejor
conservada y con mayor integración en el tejido urbano que la rodea, no sólo de
España, sino en lo que fue todo el área territorial del Imperio Romano.
¿Sabías que la muralla fue diseñada teniendo en cuenta las pautas de Vitruvio, uno de los más grandes arquitectos e ingenieros de todos los tiempos?
Detrás de la construcción de la muralla, pura ingeniería, hubo cientos de manos
de peones que no eran esclavos, sino militares e, incluso, la propia población de
Lucus Augusti, que colaboraría en su levantamiento. Pero no sólo participaron las
manos de los que cargaban y colocaban piedras. También están las de
ingenieros, topógrafos y arquitectos que, con sus planos y estudios, se plantearon
levantar la muralla más imponente e impresionante de toda Gallaecia.Además,
se diseñó siguiendo en gran medida las pautas de Vitruvio, ingeniero y arquitecto
romano del siglo I.
Su planta, de forma curva, ligeramente rectangular, con esquinas redondeadas y
torres a corta distancia unas de otras, estaría motivada por la necesidad de
adaptarse a la topografía del lugar. De igual modo, muchos de los sistemas
constructivos que advertimos en su construcción, siguen las directrices de
Vitruvio.
En su construcción se utilizaron como materiales principalmente pizarras,
cuarcitas y sillares de granito. Estos se reservaron para la construcción de las
puertas principales, por ser estas los elementos más vulnerables de la
fortificación.
Las puertas de la muralla de Lugo, eran monóforas, esto es, de un solo vano,
flanqueadas, cada una, por sendas torres semicirculares, que se proyectan hacia
el interior mediante una contrapuerta, y defendidas sucesivamente, de fuera a
dentro, por una cataracta o reja de hierro y una puerta de madera de doble
batiente.
En la actualidad se conservan cuatro o cinco puertas del recinto original, de las
cuales tan sólo una, la Puerta Miñá o del Carmen, conserva prácticamente intacta
su aspecto primitivo.
La Porta Nova, otra de las cinco puertas de la muralla que se consideran
originales, conserva los restos de sus cimientos romanos, ya que su traza actual
se corresponde a una reforma de 1900. Estos parecen corresponderse a la
estructura de una contrapuerta interior. Consisten en varias hileras de sillares de
granito asentados a hueso, inmediatos a la calzada, pero ligeramente retraídos
en relación a la puerta, en uno de los cuales se lee la inscripción FVNDAM (alusiva
a los fundamenta o fundamentis, esto es, los cimientos de la obra).
¿Sabías que desde estos arcos, los soldados romanos lanzaban flechas a los invasores?
Los ingenieros y arquitectos romanos artífices de la muralla no daban puntada
sin hilo. Y es que la altura del monumento, por la parte exterior, oscila entre los 8 y
los 12 metros, podía ser aún mayor, si tenemos en cuenta los cuerpos superiores
de las torres. Estas podían tener uno o dos pisos, con cuatro o cinco ventanas en
arco, desde las cuales los defensores lanzaban sus flechas o ballistae.
La torre de A Mosqueira, es la única torre que se conserva con el aspecto más parecido al que
tendrían los cubos de la muralla romana, ubicada entre el reducto de María
Cristina y la puerta de San Pedro, se ha convertido en el principal símbolo, no solo
de la muralla, sino también de la ciudad. Ésta conserva ventanales en forma de
arco de medio punto de 1,15 metros de ancho y 1,43 metros de alto.
Los restos de ésta son prueba de que sobre cada uno de estos cubos se erguían
sendas torres de, al menos, dos pisos, en los que se abría una línea de cuatro o
cinco ventanas con arcos rematados, posiblemente, por una cubierta superior
con tejado de teja o pizarra a tres aguas. Muchas de estas torres, con sus pisos y
ventanas, todavían eran visibles en los siglos XVIII y XIX, siendo demolidas la mayor
parte de ellas durante la reforma decimonónica de Alejo Andrade;
permaneciendo como único testimonio de las mismas la subsodicha torre de A
Mosqueira.
La muralla estaba compuesta por 85 torres o cubos defensivos con planta
redonda, de entre 5 y 14 metros de diámetro, pensadas así ya que las formas
redondas aguantan mejor los empujes. El número de cubos y su disposición no es aleatorio,
ya que evita la existencia de ángulos muertos. Los lienzos o cortinas, tramo de
muro que se extiende entre dos torres, tienen una longitud de entre 6,3 y 13,5 metros.
De los 85 cubos originales, se conservan 75: 64 presentan planta semicircular o
modificada; 8 tienen planta tropezoidal debido a seccionamientos en diferentes
épocas; y las 3 restantes son cuartos de círculo debido a seccionados
transversales posteriores.
¿Sabías que había que utilizar escaleras móviles de madera para llegar a las escaleras superiores de acceso a la muralla?
¿Sabías que recibe este nombre por ser la salida natural hacia el río Miño?
Conocida popularmente en la actualidad como Puerta del Carmen por estar
ubicada frente a la capilla de este nombre, aparece en la documentación
medieval como Miné o Mineana, por ser la salida natural hacia el río Miño, nombre
que derivó en el actual de Puerta Miñá. Era la entrada de la vía XIX procedente de
Bracara Augusta (Braga) y enlazaba con el decumanus maximus de Lucus
Augusti.
Es la más antigua, siendo la puerta de origen romano que se conserva con menos
modificaciones. Sometida a un proceso de consolidación en 1854, se intentó su
derribo para sustituirla por otra nueva en 1870, pero la situación de crisis
económica municipal no permitió realizar la obra.
Conserva en su interior el hueco destinado al cuerpo de guardia, aunque alterado
debido a que se tapió el arco superior que daba acceso a ese espacio, además
de haberse eliminado su piso, el balcón y la escalera para subir a él. Esta
estructura es probablemente de la época medieval, se deduce por la utilización
de laja de pizarra, en lugar de granito, en el tramo superior de los cubos y puertas.
En este hueco se localizaría el mecanismo de elevación y descenso de la puerta. A
la derecha e izquierda se pueden ver las canaladuras que servían de guía o
corredera a la reja levadiza de hierro. También se advierte un paramento
inmediato que sirvió de cimentación para el edificio que pertenecía a una
contrapuerta, a modo de prolongación del paso de puerta por el interior. Estas
contrapuertas debían alzarse, cuando menos, hasta la altura del adarve.
Esta puerta está formada por un arco de medio punto, rebajado, de sillares de
granito. En el interior se repite el mismo tipo de arco, formando una repisa sobre la
que descansaba un balcón que se proyectaba al exterior y al que se accedía por
una escalera lateral situada en la parte de la izquierda.
En el interior hay una bóveda de cañón en mampostería de pizarra, que se forma
por el desarrollo de varios arcos de rajuela, al mismo nivel que el paramento
interior de la muralla. El último de los arcos deja abierto el hueco que servía de
habitación para la guardia. Era un piso de madera, armado sobre vigas del
mismo tipo de material, dividía el espacio en dos cuerpos.
Es protegida por dos sólidas torres semicirculares de perpiaños de granito que se
proyectan hacia el exterior.
Hoy en día, atravesando la puerta, encontramos unas escaleras que nos permiten
subir a la Muralla. El Camino Primitivo a Santiago deja atrás la ciudad al salir por
esta puerta.
¿Sabías que ésta era la única puerta que permanecía abierta en tiempos de peste?
Está considerada una de las cinco puertas de la época romana con numerosas
alteraciones a lo largo de su historia. Hoy la conocemos como Puerta de Santiago,
pero en el siglo XII se la conoce como Postigo, Posticu, Porticu y en la Edad
Moderna Pexigo. De este nombre se deduce, que el postigo era un paso estrecho,
adaptada su anchura al paso de una persona y que se abría en otra puerta más
grande, de madera. Sus dimensiones son 4,1 metros de ancho, 5,50 metros de alto
y hasta el adarve, 6,90 metros.
Hasta el siglo XVI, la Puerta de Santiago fue una puerta de uso privado del cabildo
y sus sirvientes. Hacían uso de ella para salir al otro lado de la muralla, para lavar
en el río Miño y para acceder al Regueiro dos Hortos, donde tenían los canónigos
las huertas para abastecerse de hortalizas. Era en Recatelo donde tenían su
matadero y obliga y, unos metros más abajo, el palacio de Miraflores o Casa de la
Viña, que era la residencia de verano del obispo. Todo esto hace suponer que en
esta época los peregrinos no utilizaron esta puerta y que salían por la Porta Miñá.
En tiempos de pestes ésta era la única puerta que permanecía abierta y tenía un
puente levadizo.
Era una puerta privada de los canónigos, pues recordemos que vivían en la calle
inmediata, llamada por esa razón “Rúa dos Cregos”.
En 1589 el obispo manifiesta su deseo de pagar todo lo que costase el arreglo de
la puerta del Postigo, pues era frecuente que la rompiesen aquellas personas que
no tenían derecho a usarla, con la condición de que le diesen la llave y la puerta
por suya. Finalmente, los canónigos cedieron al obispo el derecho que tenían
sobre dicha puerta.
Se desconoce cómo era la puerta antes de la reforma efectuada en 1759 por el
obispo fray Francisco Izquierdo y Távira, quién la hizo de uso público y la ensanchó
para facilitar la entrada de carruajes. Se consideraba que era una puerta
fundamentalmente de salida, ésta es la razón por la que se coloca la decoración
por la parte interior.
A partir de ese momento, la puerta se conoce como la Puerta de Santiago, por ser
la salida a la carretera que conducía a esta ciudad, además de tener una imagen
ecuestre de Santiago Apóstol, debajo el escudo de armas del Obispo Izquierdo y el año
de la reconstrucción.
Puerta de un único vano de acceso con arco de medio punto y bóveda de cañón,
realizados con sillares de granito. Flanqueada con dos cubos asimétricos, siendo
el de mayor tamaño de pizarra y el otro de granito, tienen asientos de una piedra
en su parte interior, en el adarve, para el descanso de los paseantes.
Actualmente, por esta puerta se accede a la fachada principal de la Catedral
Santa María y, además, es una de las salidas del Camino Primitivo hacia Santiago
de Compostela.
¿Sabías que por aquí entraban los mercaderes toledanos que venían a comerciar a la ciudad?
También es de origen romano, ya que por ella salían las vías XIX y XX en dirección
a Asturica Augusta. Durante la Baja Edad Media era denominada como Puerta de
Sancti Petri, ya que fuera del recinto amurallado estaba la capilla San Pedro de
Fóra. También, en época medieval fue conocida como Puerta
Toletana o Puerta Toledana, al estar situada al final del camino procedente de
Castilla, empleado sobre todo por mercaderes toledanos que comerciaban en la
ciudad. En la Edad Media, y en la actualidad, sigue siendo la entrada para los
millares de peregrinos que se desplazan a Santiago de Compostela a través del
Camino Primitivo.
Esta puerta ha sufrido numerosos cambios a lo largo del tiempo.
Antes de su modificación efectuada en 1781, estaba adintelada con vigas de
madera a la altura de los postigos. Tras esa reforma, tenía un cuerpo de guardia
con una estructura semejante a la de la Puerta Miñá, reconvertido en capilla de
las Ermitas y que sería derribada en 1846. Disponía de un postigo de hierro, y se
dice, que se cerraba una hora más tarde que las demás.
En la entrada de esta puerta se encuentra un arco fajón y una bóveda de medio
cañón, con dimensiones de 3,70 metros de ancho, y unos 4,85 metros de altura
hasta la clave y 10,80 metros hasta el adarve.
En el interior se conserva un arco de rajuela de pizarra y otros dos o tres arcos
más, que forman la bóveda del cuerpo de guardia y la capilla, a donde se
accedía por el interior, a través de una escalera situada a la derecha.
La decoración se encuentra en el exterior de la puerta, por ser fundamentalmente
una puerta de entrada. Encima del arco, sobre un frontón triangular, se sitúa el
escudo de la ciudad, rematado con la corona real, y flanqueado por dos leones
rampantes. Abajo posee una cartela oval con una leyenda donde informa que fue
“reedificada por orden de la ciudad, año 1781”.
Hubo también intervenciones en 1867. Pero es en 1973, tras la restauración general
de la muralla, “Muralla Limpia”, cuando se la dota de dos torres de flanqueo
semicirculares de sillares de granito, ya que hasta ese momento la puerta estuvo
entre casas adosadas a la muralla.
¿Sabías que fue utilizada por los romanos como una salida de emergencia en caso de asedio?
Se supone que fue una de las primitivas puertas romanas, de uso militar,conocida
por los romanos como posterulae, caracterizada por presentar un acceso de
reducidas dimensiones que se utilizaba como puerta falsa para poder entrar o
salir en caso de asedio, que se abrían asimétricamente entre dos torres. La salida
era una trinchera excavada en el terreno. Se trataba de una entrada secreta y
subterránea para la calzada romana procedente de Mondoñedo.
En la Edad Media estuvieron cerradas sus puertas, abriéndose de nuevo en el siglo
XVII, en torno al año 1622, al instalarse en la actual plaza de Ferrol, el hospital de
San Bartolomé. También se consideraba su uso habitual para el servicio diario de carros,
caballerías y personas, y para el camino que iba a Mondoñedo y a otras partes del norte
lucense, heredero de una antigua vía romana que cruzaba Terra Chá.
Apenas unos 40 años después, en 1660, fue de nuevo tapiada con portones de madera
destinados al control de entrada y salida de los ciudadanos.
Durante las Guerras Carlistas de mediados del siglo XIX, se le dotó de un fortín
exterior para darle mayor seguridad, derribado en 1845 pero del que aún son
visibles sus huellas en los paramentos.
Su estado actual corresponde con la modificación sufrida en 1798, presentando
un arco de medio punto conformado por dovelas de granito y bóveda de cañón
en mampostería de pizarra, situándose asimétricamente entre dos grandes
torres muy separadas. El ancho es de 3,45 metros y el alto de 5,65 metros,y hasta
el adarve es de 11,50 metros.
Ya en el siglo XX se cierra al tráfico y se dota de acceso con escaleras. Por lo que,
actualmente, es una puerta peatonal que permite la comunicación entre la Plaza
de Ferrol y la zona noreste de la ciudad. Atravesando la puerta, a la izquierda
tenemos unas escaleras para acceder a la muralla.
¿Sabías que con el comienzo del siglo XX se decidió dar una nueva vida a la puerta?
La conocida como Puerta Nueva, es una de las cinco puertas originales
construidas por los romanos, aunque a lo largo de la historia ha sufrido varias
reconstrucciones.
Una de estas reconstrucciones data de la época medieval, cuando aparece por
primera vez el nombre “Puerta Nueva” mencionado en documentación del siglo
XII. Más tarde, con el comienzo del siglo XX, se vuelve a reconstruir debido a su
estado ruinoso, que ponía en peligro la seguridad de los viandantes, segundo o
proyecto del arquitecto municipal Juan Álvarez de Mendoza.
Esta última reconstrucción es la que ha llegado a nuestros días, y para su
ejecución fue necesario modificar uno de los cubos y cortar parte de otro. Se trata
de una puerta rematada por un arco carpanel de 4.60 metros de anchura, con
una altura de 8 metros hasta la clave del arco, y casi 9 metros hasta el adarve. El
arco está construido con dovelas de granito almohadillado, mientras que la
bóveda está compuesta por sillares de granito. Las cuatro esquinas de la puerta
se rematan mediante pilastras de sillares de granito almohadillados. Para las
caras internas de la puerta se utilizó mortero de cal.
Situada en la zona norte de la ciudad de Lucus Augusti, fue utilizada como punto
de partida hacia Brigantium (Betanzos) y otras poblaciones situadas al norte,
hasta que en el siglo XIX fue construida la Puerta de San Fernando, a través de la
cual sería desviado todo el tráfico, tanto de entrada como de salida, hacia las
poblaciones más septentrionales.
Al atravesar la puerta, hacia el interior de la muralla, se encuentran a mano
derecha las escaleras que dan acceso a la parte superior de la muralla, desde
donde se observa gran parte de la ciudad, disfrutando también de una estampa
típica de Lugo, como son las torres de la Catedral.
La Puerta Nueva, da acceso a una calle, homónima, que hoy en día es una vía
peatonal en la que se pueden encontrar multitud de negocios.
¿Sabías que los romanos exponían las tumbas a la entrada de la ciudad para que los difuntos fueran recordados?
La necrópolis de San Roque era la más amplia de la ciudad de Lugo. Estaba
situada,como era habitual, fuera de murallas, en una de las vías de acceso a la ciudad, la
denominada vía XIX que unía Astorga, Braga y Lugo.
Que su situación estuviera cerca de este camino no era coincidencia, sino que, en
aquel entonces, las necrópolis se situaban a los pies de las vías de acceso a las
ciudades para que así las tumbas fueran vistas por el mayor número de personas
posibles y así los difuntos fuesen recordados.
Esta necrópolis se utilizó desde el siglo I hasta el siglo V,por lo que se pudieron
documentar tanto enterramientos de incineración como de inhumación, si bien
estos son mayoritarios.
La incineración podía ser en fosa o en cista (tumba en forma de caja de
pequeñas dimensiones). Se colocaban objetos, cerca del difunto, con el fin de
prestar servicio al alma. Entre esos objetos siempre había una lucerna (para que
el cuerpo encontrara el camino al más allá), comida (para el viaje), y si se trataba
de niños, se colocaban sus juguetes favoritos. También era frecuente depositar
una moneda (para el barquero Caronte, que lleva las almas de los difuntos al otro
lado del río donde les espera la vida eterna), objetos personales (anillo) u otro tipo
de objetos, como una llave de bronce, que tenían un sentido más simbólico.
La inhumación aparece, alrededor de la mitad del siglo III, por influencia del
cristianismo. En esta necrópolis se documentó un buen número de este tipo de
enterramientos, con una variada tipología: sepulturas en fosa simple, en caja de
piedra, tégula o ladrillo. El difunto era enterrado en un ataúd de madera o
simplemente depositado directamente en la fosa con una pequeña mortaja. A
veces el ataúd es acompañado de un pequeño mobiliario en forma de ajuar
cerámico o de otros objetos, que se depositan al lado del féretro o en un pequeño
nicho lateral, con el fin de facilitarle al fallecido los alimentos imprescindibles para
este difícil viaje.
En el Centro Arqueológico de San Roque, se conservan algunos de estos
enterramientos, realizados en tégula o ladrillo; juntamente con los restos de un
gran estanque de agua en opus caementicium (hormigón romano), que data del
siglo I y II, y que estaría en relación con el propio ritual funerario o, quizás, con
algún culto religioso relacionado con divinidades orientales. También se pueden
encontrar restos de un horno de fabricación de material cerámico del siglo V.
¿Sabías que los romanos pobres tenían que salir de casa para ir a la letrina, mientras que los ricos disponían de servicios propios?
Las grandes domus o casas más pudientes contaban con todo tipo de
instalaciones y comodidades que facilitaban la vida de sus habitantes: salas
calefactadas por hipocausto, salas de recepción y comedor, termas y baños, etc.
Mientras las casa más humildes apenas tenían una habitación para dormir. En el
caso de los romanos más ricos, en sus casas contaban con letrinas, o baños,
dentro de las viviendas, mientras que el resto de la población tenían que acudir a
las letrinas públicas, donde tenían que pagar para acceder. Consistían en largos
asientos corridos horadados con agujeros donde las personas se sentaban, unas
junto a otras, mientras charlaban de política, negocios o del día a día. Las letrinas
eran mixtas, pero las romanas eran muy pudorosas. Las mujeres preferían
esperar su turno y dejar a alguien de guardia en la puerta.
Estas casas más humildes, en la mayor parte de los casos eran de alquiler, y se
concentraban en las denominadas insulae, que venían a ser como bloques de
viviendas (a veces de varios pisos), donde podían llegar a vivir hasta varias
familias.. En la planta baja solían localizarse todo tipo de actividades comerciales
y artesanales.
Hoy en día, en la ciudad de Lugo, aún no se ha encontrado un conjunto
habitacional completo de domus o insulae, pero sí se conocen parcialmente
algunas de estas viviendas
En la Rúa Miño nº12, en la Oficina de Turismo de la Xunta de Galicia, que ocupa la
planta baja de esta casa del siglo XIX, se conservan los restos pertenecientes a un
edificio romano de época bajoimperial, en los siglos III y IV. Estos consisten en dos
muros perpendiculares, en mampostería de pizarra, que definen dos estancias o
ámbitos diferenciados de una misma edificación. Una de estas estancias
conserva prácticamente intacto su pavimento de opus signinum (compuesto por
fragmentos de teja y ladrillo con mortero de cal).
En la Rúa Miño nº14, en los bajos de esta casa del siglo XVIII, se conservan restos
arqueológicos correspondientes a una casa romana o domus residencial,
también de época bajoimperial. Se trata de un patio interior pavimentado con
grandes lajas de granito, delimitado parcialmente por muros de pizarra de casi 50
centímetros de anchura. Parte de uno de los muros se encuentra caído
íntegramente sobre dicho pavimento, como consecuencia del proceso de ruina
del edificio romano. Sobre el pavimento de losas se realizó un pequeño rebaje
que, a modo de canaleta, permite drenar las aguas del patio hacia una pequeña
pila de granito a partir de la cual se canalizaría el desagüe.
¿Sabías que el sistema de calefacción romano es el antecesor de los suelos radiantes que disponemos hoy en día?
La Domus Oceani, comúnmente conocida como Casa de los Mosaicos, fue
descubierta a lo largo de los años, en diferentes excavaciones llevadas a cabo en
el lugar. En 1842, debido a las obras para la construcción del alcantarillado de la
antigua calle de Batitales, se encuentran los primeros restos de un mosaico de temática
marina, presidido por el dios Océano, de ahí su nombre.
A lo largo del siglo XX se llevaron a cabo varias excavaciones
arqueológicas en el lugar, lo que permitió recuperar nuevos vestigios de este
magnífico mosaico. Decidiéndose en el año 1999, por parte de la Dirección Xeral
de Patrimonio Cultural, conservar los restos in situ y llevar a cabo su
musealización.
Esta sucesión de excavaciones dejó al descubierto los restos de una gran domus
fechada a finales del siglo III o principios del siglo IV.
Esta gran vivienda fue, sin duda, propiedad de algún personaje de la élite social
de la ciudad, pues ocupaba una amplia superficie muy cerca del Foro, y dos de
sus fachadas estaban orientadas a las principales calles de Lucus Augusti, el
Cardo y el Decumanus.
Además de sus magníficos mosaicos, fue descubierto uno de los conjuntos pictóricos
más importante de la ciudad, formado por composiciones de temática vegetal,
imitaciones de mármol, incluso una composición de esvásticas contiguas en una
de las estancias pavimentadas con mosaico, que precede al gran oecus (sala de
recepción).
Por todo esto es considerada uno de los mejores ejemplos de la arquitectura
privada de Lucus Augusti. Y como vivienda de lujo que fue, disponía de ciertas
comodidades que no todos los romanos podían permitirse. Hoy día cuando
pensamos en los sistemas de calefacción, nos imaginamos radiadores de pared
o bombas de aire caliente, pero cuando hablamos de casas de lujo, seguramente
pensemos en un sistema de calefacción por suelo radiante; pues los romanos
más pudientes e influyentes, ya disponían de un sistema similar en sus
imponentes casas, el hypocaustum, que consistía en un suelo elevado entre
40-60 centímetros sobre pilares de ladrillos, bajo el cual circulaba el aire
calentado por hornos de leña situados en un extremo de la habitación,
y que se evacuaba a través de chimeneas ocultas en las paredes.
La Domus Oceani o Casa de los Mosaicos, disponía de este innovador sistema de
calefacción en una de sus estancias, que se cree que fue un triclinum hiemale
(salón o comedor de invierno) con una extensión de 56 metros cuadrados.
Situada en la calle Doutor Castro, también conocida popularmente como calle de las Dulcerías,
se pueden visitar los restos de esta imponente mansión romana, disfrutando de
un vídeo explicativo que te guía a través de las diferentes estancias, para
entender cómo era la vida de una familia romana de clase alta.
¿Sabías que los romanos se inspiraron en los mosaicos norteafricanos para decorar esta piscina?
Esta piscina estaba revestida íntegramente de mosaico, realizado con teselas
grises y negras que se relaciona con mosaicos norteafricanos de temática
cristiana..
La decoración del mosaico se dibuja generalmente en gris oscuro azulado y,
ocasionalmente, en gris claro sobre fondo blanco. La pared este y el fondo se
decoran con bandas de triángulos equiláteros escalonados, formando una
decoración a modo de “copas de pino invertidas”. En el ábside norte está
representado lo que puede interpretarse como el cuerpo de una serpiente que se
muerde su propia cola. En el ábside sur el motivo decorativo es un semicírculo
inscrito en otro mayor y unido a él por líneas radiales.
La piscina, con forma rectangular y extremos menores absidales, conserva un
pequeño escalón de la escalera de acceso. En el fondo de la piscina, centrada en
su lado este se sitúa una placa de mármol cuya función sería amortiguar la caída
del agua. El vaciado de la piscina se realizaba a través de un pequeño desagüe
presente en el fondo de uno de los laterales, que desemboca en un canal que
discurre paralelo al muro occidental.
Inicialmente se interpretó como un posible baptisterio, pero parece más probable
que se trate de un frigidarium (piscina de agua fría) perteneciente a un complejo
termal o balneum doméstico, datada en el s. IV d.C.
Algunas de las domus más distinguidas de la ciudad, contaban con pequeños
baños privados, donde resultaba preceptivo la existencia de, por lo menos, tres
piscinas, para cumplir con el rito terapéutico del baño: un primer baño de agua
caliente, en el caldarium, seguido de un baño relajado de agua templada en el
tepidarium, para acabar con un baño de agua fría en el frigidarium.
En la actualidad la piscina se expone a través de un vidrio transparente a nivel de
rasante en la Plaza de Santa María, donde se descubrió en 1960 al realizar los
trabajos de pavimentación del entorno de la catedral. Ante la falta de recursos
para extraerla, decidieron dejarla bajo el pavimento de la plaza. Fue en el año
2004, cuando los técnicos del Servicio Municipal de Arqueología, localizaron la
piscina y documentaron su situación exacta. Finalmente, en el año 2011, se llevaron
a cabo las obras de restauración y valorización de la piscina romana.
¿Sabías que la religión romana admitía todo tipo de deidades y creencias?
En terrenos pertenecientes al patio posterior del Círculo de las Artes, y lindando
con la muralla, se hallan los restos de un edificio de planta rectangular (no
definida en toda su amplitud, dado que se encuentra cortada por el edificio del
Círculo) y cabecera semicircular de pequeño tamaño, que parece corresponder
a un pequeño templo datado en época romana tardía, en el siglo IV.
Contaba con un pavimento de opus signinum (compuesto por fragmentos de
teja y ladrillo), toscamente conservado, que se extendía también a la cabecera
absidal, situada en un plano más elevado con relación a la sala principal. Su
construcción es atípica en el contexto arquitectónico del Lugo romano, para el
que se han encontrado paralelos en otras partes del Imperio Romano,
especialmente en Portugal (San Cucufate y Milreu) y en Britannia.
Aunque este templo no puede ser relacionado con el culto a ninguna divinidad en
concreto, las creencias religiosas registradas en Lucus Augusti alcanzan un
amplio listado que abarca desde los cultos claramente de tradición indígena o
prerromana hasta los puramente clásicos y otros de procedencia oriental.
Estas creencias, agrupadas en tres grandes bloques, contemplan ejemplos de
asimilación, reinterpretación y sincretismo por todas partes.
Los romanos fueron muy cautelosos en su proceso de culturización de los pueblos
conquistados, por eso, sin imponer rígidamente sus hábitos y creencias, perviven
muchos de los cultos a las divinidades indígenas antes presentes en el panteón
galaico.Algunas de ellas son Tutela, Verora, Rea/Reo, Rego o Laho Paraliomego.
Los cultos oficiales están mejor representados, centrados especialmente en
Júpiter (padre de dioses y de hombres), que en la ciudad de Lugo aparece
venerado con los atributos de Óptimo, Máximo, Conservador (protector de la
figura del emperador). También se hallan tributos a Mercurio (dios del comercio,
hijo de Júpiter y Maia Maiestas) y Venus (diosa del amor, la belleza y la fertilidad).
También los cultos orientales parecen prender con fuerza en esta tierra, en fechas
ya avanzadas en el Imperio. Entre ellos es Caelestis, interpretación de la divinidad
africana Tanit, la deidad más venerada; Mitra, una deidad de tipo solar de origen
persa; y Amón e Isis, divinidades del panteón egipcio.
Por último, otro de los hechos que marcaría la religión en el Lugo romano, ya en
época tardía, es el papel del Cristianismo, que acabará extendiéndose e
imponiéndose sobre los otros cultos.
¿Sabías que los romanos disponían de un sistema de alcantarillado protegido por Cloacina, la diosa de la pureza?
Los romanos daban una gran importancia a la eficacia del sistema de
alcantarillado en el desarrollo de la ciudad y el mantenimiento de una buena
higiene que permitiera prevenir las epidemias. Es por este motivo que rendían
culto a una diosa de la pureza y protección de las aguas: Cloacina.
Ésta apareció el día en que los romanos encontraron una estatua entre sus aguas
y pensaron que era una señal de los cielos. La llamaron Cloacina, que significa
“purificar” y “limpiar”, que también hace referencia a los términos “alcantarilla” o
“cloaca”. Fue nombrada patrona de la Cloaca Máxima*, el sistema de
alcantarillado de Roma. Con el tiempo, se convirtió en diosa de la pureza,
protectora de la salud sexual y diosa de la inmundicia. En su honor, se construyó
un altar en el foro de Roma, donde se adoraba con rezo rimado, y fue imagen de
algunas monedas romanas.
Las cloacas fueron exportadas a todas las ciudades del imperio romano con un
tamaño medio o grande y, con ellas, el culto a la diosa Cloacina.
En Lucus Augusti, el antiguo sistema de sumideros localizados al lado de las
calzadas, son sustituidos en época tardía por nuevos colectores que, en forma de
cloacas ou túneles subterráneos abovedados, discurren bajo el eje de las calles.
Construídas, a mediados del siglo IV, en mampostería de pizarra unida con
mortero de arcilla y cal, rematada en cubierta abovedada del mismo material,
sus medidas oscilan entre 1,50/1,80 metros de altura y 0,60/0,80 metros de ancho.
Con una longitud de unos 380 metros, una de las principales cloacas, recorría la
ciudad, desde la parte alta, siguiendo la pendiente oeste, hasta su salida en
Puerta Miñá, prolongando su trazado más allá de ésta.
En la sala de Puerta Miñá, todavía se conservan hoy en día los restos de un tramo
de 13 metros de esta cloaca.
*Cloaca máxima: significa “la alcantarilla mayor”, una de las más antiguas redes
de alcantarillado del mundo. Construida en la Antigua Roma con el fin de drenar
los pantanos locales y eliminar los desperdicios de una de las ciudades más
pobladas del mundo antiguo, llevaba un efluente hacia el río Tíber.
¿Sabías que después de más de un siglo de su descubrimiento, sigue a ser unos de los misterios indescifrables de la arqueología gallega?
El templo de Santa Eulalia o Santalla de Bóveda, un conjunto monumental
ubicado en el valle del río Mera, a unos 14 kilómetros de Lugo, arrastra desde su
hallazgo en 1926 el apelativo de “monumento enigmático”. Decenas de
arqueólogos e historiadores de todo el mundo han expuesto durante un
siglo sus variadas interpretaciones sobre el sentido y el origen de esta joya, cuya
construcción se fecha en época tardorromana (en los siglos III y IV).
Históricamente se defendieron varias opciones para definir el uso original de
Santa Eulalia: un edificio de carácter pagano, un templo paleocristiano, un ninfeo
o culto a las divinidades del agua, un edificio dedicado a la diosa Cibeles, un
templo funerario de un seguidor de Dioniso, el dios de la mitología clásica de la
vendimia y el vino; sin que hasta ahora se haya producido un acuerdo unánime, si
bien todas ellas destacan su carácter sacro.
Se trata de un edificio singular que no parece tener paralelos, por lo menos en la
mitad occidental del Imperio Romano. Originalmente constaba de dos plantas. De
la superior queda solamente el arranque de la cubierta abovedada. La inferior, sin
embargo, se conserva casi en su totalidad, en parte debajo de la actual iglesia, y
consiste en un espacio de planta rectangular con tres naves divididas por
arcadas, un nicho o ábside rectangular al fondo, con una pequeña piscina en la
nave central, que recogía el manantial, y un pórtico de entrada con dos columnas
y varios curiosos relieves en la fachada.
Destacan las magníficas pinturas de la bóveda en las que se representan la
naturalidad de diferentes aves entre rombos trazados con motivos vegetales
estilizados, los sarmientos nuevos y viejos de la vid entrelazados, etc. Conservado
en buena parte, es uno de los ejemplos más importantes de pintura mural
romana tardía, de finales del siglo IV.
Además, existe otro enigma sobre Santa Eulalia de Bóveda que hace referencia a
su ubicación en el entorno, ya que apenas se ha excavado a su alrededor, lo que
lleva a plantearse si se trata de un elemento independiente o, por el contrario,
formaba parte de una villa.
Declarado Monumento Histórico-Artístico en 1931, se trata de un edificio que, por
su especial singularidad, merece ser visitado.
¿Sabías que este cubo es testigo de los grandes cambios sufridos en esta zona a lo largo de la historia?
Este cubo forma parte del tramo original de la muralla romana de Lvcvs Augusti
que, ya desde la época medieval, se hallaba oculto en esta zona denominada del
Campo Castillo. Estos restos, restaurados e integrados en parte dentro de un bajo comercial,
pueden ser observados desde el propio adarve de la muralla, entre la actual Puerta del
Obispo Izquierdo y la Torre de “A Mosqueira”.
Aunque oculto hasta su descubrimiento en 1994, durante la intervención
arqueológica realizada en un solar en la plaza de Campo Castillo, este cubo fue
testigo de los grandes cambios que sufrió esta zona de la ciudad a lo largo de la
historia. Próximo a él, se asentó el castillo medieval, que da nombre a la plaza y,
posteriormente, en época moderna, la cárcel eclesiástica y en el que, con toda
probabilidad, existía una puerta romana. Además, a mediados del siglo XIX, se
construyó el denominado reducto María Cristina.
El reducto María Cristina es un baluarte o bastión defensivo, de forma triangular,
que fue levantado en 1837 por el Cuerpo Nacional de Ingenieros para la ubicación
de la artillería. Se denomina así en honor a la reina regente, María Cristina de
Borbón, madre de Isabel II.
Fue construido con la finalidad principal de mejorar la defensa de la ciudad en
plena Primera Guerra Carlista en una zona, la del Campo Castillo (entre la puerta
de Obispo Aguirre y la Torre de A Mosqueira), en que el adarve de la muralla se
hallaba interrumpido, ya en la época medieval, por varias construcciones
asentadas directamente sobre la misma. Esta obra es considerada como la
reforma más importante que ha sufrido la muralla en la época contemporánea y
quizás, en toda su historia, ya que supuso una modificación sustancial de su
trazado original en esta zona, permitiendo con ello dar continuidad a todo el
adarve de la muralla.
¿Sabías que, antes de su construcción, por aquí entraba a la ciudad el acueducto romano?
Esta es la primera de las 5 puertas modernas construidas a lo largo de los siglos
XIX y XX, concretamente fue abierta en el año 1854. Situada en la zona norte de la
ciudad, en el lugar por donde el acueducto de origen romano introducía el agua,
zona antes conocida como “Boquete” en referencia al hueco que había en la
muralla, para facilitar el paso del acueducto, sirvió para comunicar la ciudad
intramuros con las poblaciones más septentrionales de la península.
No fue hasta el año 1858 que se le dió nombre a esta puerta.
Con motivo de la visita de la reina Isabel II y su
familia a la ciudad, el Ayuntamiento acordó ponerle el nombre del futuro rey
Alfonso XII, por lo que, desde ese momento y hasta el año 1962, se la conoció como
Puerta del Príncipe Alfonso.
En el año 1962 la puerta fue reformada, debido a la creciente población en esta
parte de la ciudad, lo que dificultaba el tráfico, y por ello se decidió su
ensanchamiento. Durante el ensanche, se aprovechó para derribar los edificios
que habían sido construidos en la cara exterior de esta zona de la muralla,
derribos que continuarían 14 años hasta que se eliminaron por completo todas las
edificaciones levantadas junto a la muralla.
Tras esta ampliación, la puerta fue renombrada y pasó a llamarse Puerta de San
Fernando, por estar al lado del cuartel del mismo nombre, tal y como la
conocemos hoy en día.
La puerta está integrada por dos cuerpos basamentales de granito coronados
por un imposta de la que arrancan los arcos directrices, carpaneles de cinco
centros, rematados por dovelas del mismo material, entre los que se desarrolla la
bóveda de rajuela de pizarra, de paso oblicuo o cuerno de vaca.
Uno de los aspectos más característicos de esta puerta es su gran amplitud de
paso, 12,5 metros en la actualidad, 7 más que la original construida en 1854.
Cuenta en sus paramentos laterales con sendos huecos, destinados, en su
momento, a albergar transformadores.
En la actualidad, un monolito al lado de la puerta recuerda otra visita real, la que
hicieron los entonces Reyes de España Juan Carlos I y Sofía en el año 1976.
Atravesando esta puerta, actualmente solo de salida, queda atrás la Plaza de
Ferrol, en la que se encuentran la Iglesia de San Froilán y el antiguo cuartel de la
guardia civil, para llegar a la Avda. de A Coruña que, como su propio nombre
indica, conecta Lugo con la ciudad de A Coruña.
¿Sabías que su escasa ornamentación se debe a la precaria situación económica de la época?
Esta puerta, llamada Puerta de la Estación, fue abierta en el año 1875 en la época
contemporánea, bajo el proyecto del arquitecto Nemesio Cobreros Cuevillas. Esta
puerta fue construida a petición de algunos vecinos como consecuencia de la
necesidad de comunicar el centro de la ciudad con la nueva estación del
ferrocarril.
Según se observa en las antiguas fotografías que se conservan, el
primer proyecto de puerta que se realizó presentaba un
cierto aire medievalizante, con un arco de medio punto situado entre dos altas
torres voladas.
Un año más tarde se amplió y, para ello, se derribaron las dos torres entre las que
se había abierto la puerta. Fue en el año 1921 cuando se amplió aún más y esta
obra supuso el derribo por completo de la primera puerta y la construcción de la
existente en la actualidad. La escasez de elementos ornamentales en esta puerta
se debe a la precaria situación económica provocada por la Primera Guerra
Mundial.
Se caracteriza por sobriedad y sencillez, presentando dos grandes pilastras de
sillares de granito que soportan el arranque de un amplio arco carpanel que tiene
unos 10 metros de ancho y 8 metros de altura. La bóveda y los paramentos son de
mampostería de pizarra con revoque de mortero. En los laterales interiores hay,
incrustadas en el muro, dos habitaciones con puerta adintelada que, en aquella
época, sirvieron para la recaudación del impuesto de consumos, uno de los más
gravosos e injustos con las clases menos favorecidas ya que se trataba de
productos que eran de primera necesidad. Todo esto tuvo lugar durante el siglo
XIX y parte del siglo XX.
Hoy, esta puerta junto con la Puerta de Obispo Odoario, son las únicas por las que
puede acceder el tráfico rodado al interior de la muralla.
Atravesando ésta, se encuentran a la derecha unas escaleras que permiten subir
a la Muralla.
¿Sabías que para su construcción se derribaron unas escaleras y un cubo originales?
También conocida como Puerta del Campo Castillo o Puerta de la Cárcel, fue la
tercera puerta abierta en el siglo XIX, concretamente en el año 1888.
Su nombre se debe a Francisco Izquierdo y Tavira (1686-1762), nombrado obispo
de Lugo el 16 de septiembre de 1748, quien realizó, a su costa, una nueva traída de
aguas, paralela al acueducto romano, para poder abastecer a la creciente
población lucense, y tres fuentes para beneficio público. Incluso destinó la renta
de dos casas a la conservación de estas construcciones.
Se decidió construir esta puerta tras la inauguración de la nueva cárcel en 1887,
hoy conocida como “O Vello Cárcere”, para facilitar el cambio de guardia y el
acceso al juzgado. En el proceso de construcción fue necesario derribar unas
escaleras de acceso al adarve de la muralla, seguramente romanas, y el cubo en
el que estaban alojadas, además de una pequeña parte del Reducto María
Cristina.
Situada a unos 150 metros de la Puerta del Obispo Aguirre, se alza sobre una
imposta de granito corrido, y cuenta con una bóveda de medio cañón, ejecutada
a base de dovelas de granito. En el exterior se observa el arco de medio punto,
con 4,3 metros de ancho y 7,15 metros de alto, 8,10 metros hasta el adarve. Los
paramentos laterales son de mampostería de pizarra, revestidos de mortero de
cal.
En su construcción se aprovechó parte de la piedra procedente del derribo, y el
sobrante se empleó en la construcción de alcantarillado en la parte norte de la
ciudad y para rellenar el desnivel entre la ronda exterior de la muralla y lo que hoy
es el Campo Castelo.
Hoy, a través de esta puerta, se accede al Campo Castelo, una zona de ocio
compuesta por un parque infantil y múltiples locales, tanto de hostelería como
comercios.
¿Sabías que durante las obras para su construcción aparecieron dos lápidas romanas?
Situada en el lado sur de la muralla, fue construida en el año 1894, siendo la cuarta
puerta abierta en el siglo XIX.Recibe su nombre del que fuera obispo de Lugo,
Gregorio María Aguirre García, nacido el 12 de marzo de 1835 en Pola de Gordón,
provincia de León, y cursó sus estudios filosóficos y teológicos en el Seminario de
León, ingresando después en la orden franciscana.
Fue ordenado sacerdote en septiembre de 1859 por el entonces arzobispo de
Toledo, el Cardenal Cirilo de Alameda y Brea. En 1884 se le nombró penitenciario
de la Basílica Laterana, catedral de Roma, pero nunca llegó a tomar posesión del
cargo.
El 21 de junio de 1885, fue ordenado Obispo de Lugo, cargo que desempeñó hasta
el 20 de agosto de 1894 debido a su traslado a Burgos, durante el cual, ordenó
construir el nuevo Seminario Mayor de Lugo.
Este fue uno de los motivos de la construcción de la que hoy conocemos como
Puerta del Obispo Aguirre, facilitar la comunicación de la ciudad con el nuevo
Seminario, además de con el antiguo cementerio situado en las inmediaciones de
la actual Avda. Ramón Ferreiro.
Para su construcción, según el proyecto del arquitecto Nemesio Cobreros, fue necesario derribar dos cubos originales de la muralla, en
uno de los cuales aparecieron dos lápidas de la época romana, conservadas
actualmente en el Museo Provincial; algo habitual, por otra parte, en la muralla
lucense.
La puerta está formada por un arco apainelado, de 10 metros de anchura y 8,15 de
altura hasta la clave, 9 metros hasta el adarve.
La bóveda y los paramentos son de pizarra. En los laterales hay dos habitaciones
con ventana y puerta adintelada, que en su día se destinaron para el cobro
de tasas municipales sobre el tráfico de mercancías.
Se conserva una placa de mármol recordando el agradecimiento de la ciudad al
ilustre obispo.
Esta puerta ha llegado a nuestros días sin variaciones desde su construcción, a
finales del siglo XIX, a excepción de la peatonalización de la calle que la
atravesaba y el tramo de la Ronda de la Muralla que pasa por delante.
¿Sabías que para su construcción se dinamitó un tramo de la muralla?
Esta puerta, la última de las cinco modernas, construida ya en el siglo XIX, no
estuvo exenta de polémica. Ángel López Pérez, entonces alcalde de la ciudad,
ordenó, en 1921, dinamitar esta zona de la muralla para mejorar la comunicación
de la ciudad con el nuevo hospital que se estaba construyendo, el hospital de
Santa María.
Esta polémica decisión, que se llevó por delante uno de los cubos originales de la
muralla, provocó la denuncia de varios vecinos, derivando en un contencioso
fallado contra el Ayuntamiento, lo que dio lugar a que el 16 de abril del mismo año
el Estado declarara Monumento Nacional la muralla de Lugo, con el fin de dotarla
de mayor protección.
La puerta, finalizada en 1928, es también conocida como Puerta del Hospital, pero
es el obispo Odoario quien da nombre oficial a la puerta. Este fue uno de los
primeros obispos de la ciudad de Lugo, venerado como Santo en algún tiempo,
fue probablemente traído por Alfonso I hacia el año 750. Y debió de fallecer hacia
el año 780.
Situada en el lado oeste de la ciudad, frente al que en su día fue el hospital de
Santa María, esta gran puerta de aire medievalizante, se enmarca entre dos
pilastras que terminan en la parte inferior con un contrafuerte decorativo y en la
parte superior dos grandes bolas.
Uno de los aspectos más característicos de esta obra es la doble curvatura que
hace el arco, llamado de paso oblicuo o de cuerno de vaca, con el objetivo de
poder seguir el giro que en este punto hace el trazado.
Con sus 12 metros de ancho y sus 9,10 metros de altura, es la segunda puerta más
grande de la muralla, sólo por detrás de la actual Puerta de San Fernando.
Su bóveda y paramentos laterales son de mampostería de pizarra. A los lados hay
dos habitaciones para los fielatos, a las que se accede por una puerta de arco de
medio punto.
Hoy, esta puerta junto con la Puerta de la Estación son las únicas por las que
puede acceder el tráfico rodado al interior de la muralla. Al atravesarla se
encuentra el Sanatorio Nosa Señora Dos Ollos Grandes a la derecha y el Instituto
de Educación Secundaria Xoán Montes a la izquierda.
¿Sabías que en este antiguo convento puedes viajar a través de la historia de la ciudad?
Esta puerta, la última de las cinco modernas, construida ya en el siglo XIX, no
estuvo exenta de polémica. Ángel López Pérez, entonces alcalde de la ciudad,
ordenó, en 1921, dinamitar esta zona de la muralla para mejorar la comunicación
de la ciudad con el nuevo hospital que se estaba construyendo, el hospital de
Santa María.
Esta polémica decisión, que se llevó por delante uno de los cubos originales de la
muralla, provocó la denuncia de varios vecinos, derivando en un contencioso
fallado contra el Ayuntamiento, lo que dio lugar a que el 16 de abril del mismo año
el Estado declarara Monumento Nacional la muralla de Lugo, con el fin de dotarla
de mayor protección.
La puerta, finalizada en 1928, es también conocida como Puerta del Hospital, pero
es el obispo Odoario quien da nombre oficial a la puerta. Este fue uno de los
primeros obispos de la ciudad de Lugo, venerado como Santo en algún tiempo,
fue probablemente traído por Alfonso I hacia el año 750. Y debió de fallecer hacia
el año 780.
Situada en el lado oeste de la ciudad, frente al que en su día fue el hospital de
Santa María, esta gran puerta de aire medievalizante, se enmarca entre dos
pilastras que terminan en la parte inferior con un contrafuerte decorativo y en la
parte superior dos grandes bolas.
Uno de los aspectos más característicos de esta obra es la doble curvatura que
hace el arco, llamado de paso oblicuo o de cuerno de vaca, con el objetivo de
poder seguir el giro que en este punto hace el trazado.
Con sus 12 metros de ancho y sus 9,10 metros de altura, es la segunda puerta más
grande de la muralla, sólo por detrás de la actual Puerta de San Fernando.
Su bóveda y paramentos laterales son de mampostería de pizarra. A los lados hay
dos habitaciones para los fielatos, a las que se accede por una puerta de arco de
medio punto.
Hoy, esta puerta junto con la Puerta de la Estación son las únicas por las que
puede acceder el tráfico rodado al interior de la muralla. Al atravesarla se
encuentra el Sanatorio Nosa Señora Dos Ollos Grandes a la derecha y el Instituto
de Educación Secundaria Xoán Montes a la izquierda.
¿Sabías que era el edificio del antiguo matadero en el siglo XIX?
Este edificio es hoy sede de una exposición permanente sobre el Lugo romano,
pero en 1886, fue el matadero municipal de la ciudad. En la actual exposición se
explica la configuración de Lucus Augusti siguiendo su proceso evolutivo, desde
sus orígenes, a finale del siglo I, como campamento, pasando por su época de
máximo esplendor y fortificación, hasta su ocaso, a finales del siglo V.
El edificio está situado fuera del recinto amurallado, próximo a la puerta de la que
recibe el nombre, frente a la capilla de la Virgen del Carmen y en plena ruta
jacobea del Camino Primitivo. Acoge una magnífica exposición, en la que los
visitantes pueden realizar un viaje histórico al Lugo romano, de una manera
didáctica y amena a través de la combinación de fotografías, planos,
recreaciones y numerosos objetos arqueológicos procedentes de las
excavaciones realizadas en la ciudad a lo largo de los últimos 30 años.
La exposición se divide en dos bloques, el primero, al entrar a la derecha, abarca
los tres primeros siglos de vida de la ciudad, partiendo de su origen como
campamento militar, mientras que el segundo bloque, al entrar a la izquierda,
muestra los siglos siguientes, desde la fortificación de la ciudad a finale del siglo III
hasta la llegada de los suevos en el siglo V.
Tras el asentamiento del campamento militar y la fundación de la ciudad a
finales del siglo I a.C., comenzará en Lucus Augusti una época de fuerte desarrollo
urbanístico, equiparable a las grandes urbes del momento. A través de los
paneles de la exposición, los visitantes podrán conocer la configuración de la
ciudad en función de una cuadrícula casi perfecta de calles interiores orientadas
en torno a dos ejes principales, el kardo maximus (N-S) y el Decumanus Maximus
(E-W).
También se podrá conocer en esta exposición la importancia que tenía para los
romanos el Foro, espacio abierto en el que se organizaba la mayor parte de las
actividades públicas, jurídicas, administrativas o lúdicas de la ciudad, y las
Termas, donde los ciudadanos galaico-romanos dedicaban tiempo al ejercicio
físico y al cuidado del cuerpo.
Ya al final de la exposición, se recoge la conquista de la ciudad por los suevos en
el domingo de Pascua del año 460, lo que provocó el declive urbanístico del Lugo
romano y el abandono progresivo de gran parte de los edificios.
Esta exposición es visita obligada, tanto para lucenses como para foráneos, para
así entender la historia y evolución de nuestra ciudad.
¿Sabías que aquí se conservan representaciones que aluden, tal vez, a divinidades egipcias?
Como consecuencia de la exhumación de una gran necrópolis en la zona de San Roque,
se descubrió un gran estanque de agua, posiblemente construido entre los siglos I y II,
que podría estar relacionado con el propio ritual funerario, o quizás con algún culto
religioso en el que podrían estar presentes divinidades orientales, y es que las gárgolas
de entrada y salida del agua, ambas orientadas al sur, parecen representar: la primera
a una medusa o esfinge y la segunda una cabeza de carnero, siendo esta última la
representación más habitual del dios egipcio Amón.
Se trata de un insólito lacus (estanque) de 6 por 4,4 por 0,80 metros y está
fabricado en opus caementicium (hormigón romano), con una superficie interior
enfoscada con fina argamasa de cal, arena y polvo de ladrillo (opus signinum).
Su construcción respetó la existencia de un pequeño manantial existente en el lugar,
y que se conserva bajo el mismo..
Además del estanque, existen restos de lo que en su día fue un horno de planta
cuadrangular dedicado a la fabricación de material cerámico a finales del siglo
IV.
En Lucus Augusti el barrio alfarero, compuesto por más de 30 hornos, se situaba
cerca de las zonas de necrópolis, en la cara este de la ciudad, para que los
vientos del oeste alejaran el humo del núcleo urbano y así evitar posibles
incendios.
Hoy, a pesar de que la zona ha sido ocupada por las edificaciones desde hace
mucho tiempo, se pueden ver en el Centro Arqueológico de San Roque, situado
detrás de la iglesia, tanto el estanque ritual, como los restos del horno, además de
varias tumbas de incineración e inhumación.
¿Sabías que aquí se desvelan los secretos de la muralla de Lucus Augusti?
El Centro de Interpretación de la Muralla, ubicado en un edificio rehabilitado del
siglo XVIII de la plaza del Campo, en pleno casco histórico, desvela los secretos de
la muralla, mostrando los diferentes aspectos de la misma, desde sus
características constructivas, su historia o sus múltiples usos, con una perspectiva
más social y lúdica.
Este centro tiene como objetivo principal explicar y facilitar la compresión de la
historia y el descubrimiento de la muralla romana de Lugo. A través de un
discurso que permite, a su vez, que la muralla sirva de hilo conductor para
explicar y entender la evolución de la propia ciudad a lo largo del tiempo,
vinculando el resto de los recursos patrimoniales de la ciudad de todas las
épocas con el propio monumento.
Este edificio se encuentra dividido en cuatro plantas, cada una dedicada a una
época diferente de la muralla, pero todas siguen la misma organización. En cada
una de las plantas hay un vídeo en el que se explica cómo ve la ciudadanía el
monumento y como influye en el día a día de la capital.
En la planta baja se ubica la recepción de los visitantes y un punto de información
turística del Ayuntamiento de Lugo. La primera planta muestra la construcción de
la muralla como obra de ingeniería. En esta planta, se busca dar a conocer el
cuándo, el cómo, el quién y el porqué del nacimiento de una ciudad y una muralla,
mostrando también los restos que, en la actualidad, Lugo pone a su alcance. En la
segunda planta se conocen los cambios de la muralla en época medieval y
moderna. El tercer nivel habla de la muralla en la actualidad, su interacción con la
población y el nombramiento como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.
Para conseguir los objetivos, la información se presenta de la manera más
didáctica y amena posible. Se combinan diversos recursos expositivos que van
desde paneles explicativos, audiovisuales, pantallas táctiles (con simulaciones
sobre cómo era la ciudad, con edificios, personajes y lugares relevantes), hasta
exposiciones de objetos arqueológicos y maquetas.
Con esta distribución y elaboración de los contenidos se intenta que sea el propio
visitante el que decida cuánto tiempo quiere invertir en ver el centro.
¿Sabías que aquí se guarda el monolito fundacional de la ciudad romana?
El Museo Interactivo de la Historia de Lugo (MIHL) está situado en el actual parque
de la Milagrosa, en la zona norte de la ciudad, obra de los arquitectos
Nieto-Sobejano e inaugurado en 2012.
Este edificio se configura como un parque-museo, ya que la estructura está
soterrada bajo un amplio jardín del que sobresale a través de unos grandes
cilindros revestidos de acero corten.
La distribución del espacio es en base a una serie de salas cilíndricas, iluminadas
por lucernarios, que albergan las áreas expositivas (temporales y permanentes)
que culminan en el espacio principal del museo que distingue dos espacios
destinados a las exposiciones.
En todo este museo, destaca la denominada “caja negra”, espacio de 500 metros
cuadrados en el que, a través de una pantalla semicircular de 10 metros, se
proyecta un audiovisual sobre la ciudad de Lugo a lo largo de su historia.
El museo está planteado como un camino a través de la historia. A medida que se
avanza por sus rincones, se ilumina objetos, se proyectan vídeos y se iluminan
maquetas históricas de la ciudad.
Su exposición permanente acoge, entre otras, una muestra sobre el Lugo romano,
en la que se pretende dar una visión de esta etapa de la ciudad mediante el
recurso de audiovisuales, maquetas interactivas y paneles, junto con una
pequeña selección de piezas arqueológicas entre las que destaca el monolito
granítico que recoge la inscripción fundacional de la ciudad, mandado levantar
por Paulo Fabio Máximo en el honor del emperador Augusto, entre los años quince
y trece antes de Cristo. También se exhiben otras piezas de interés, como una
máscara teatral de terracota y un conjunto de piezas epigráficas y cerámicas.
También se acogen diversas exposiciones temporales entre las paredes de este
museo.
Los primeros datos sobre los restos arqueológicos de la antigua Lucus Augusti arrancan en el siglo XVI. El canónigo lucense Juan Pallares y Gayoso, en su “ Argos Divina” (1700), habla de una manera más detallada de los restos visibles del Lugo romano. Será a partir del siglo XIX cuando se generalicen las noticias sobre nuevos hallazgos fortuítos, como el descubrimiento del afamado mosaico de Batitales (1842). Ya en el siglo XX los datos arqueológicos saldrán a la luz pública cada vez más rápidamente, bien sea mediante los estudios de destacadas figuras, como D. Manuel Vázquez Seijas, monografías históricas o simposiums científicos, como el Bimilenario de la ciudad en 1975.